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La unidad psíquica de la humanidad.

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Un postulado fundamental para la Antropología

Existe una gran diversidad de teorías folk que, a partir de modelos culturales específicos, pueden ofrecernos una explicación de los aspectos más sobresalientes de una cultura determinada. No obstante, en ocasiones es necesario el planteamiento de cuestiones antropológicas referidas a los seres humanos en general. La combinación de ambas perspectivas puede ayudarnos a comprender con más profundidad los procesos cognitivos. En esta misma línea, resulta igualmente de interés tomar en consideración la influencia que, en relación con los cambios culturales, pueden tener las nuevas tecnologías de la información y la comunicación.

El universal primario de la experiencia humana es la cultura, aunque cada una de las manifestaciones de ésta sea específica. Sólo teniendo en cuenta este presupuesto, puede formularse de manera adecuada el principio de la unidad psíquica de la humanidad. La formulación de este principio no supone defensa alguna del determinismo cultural, ni de un universalismo que excluya la diversidad.

Una única naturaleza humana

La tesis universalista que tiene su origen en el pensamiento ilustrado está, en principio, en contradicción con el significado de la cultura, en tanto que fuente de diversidad, invención y creatividad. A ello se añaden sus connotaciones biologistas y deterministas. No obstante, la naturaleza humana puede también entenderse en términos de universalidad de la razón, alumbrando así una perspectiva cognitivista desde la que puede tomarse en consideración la diversidad cultural.

Por otra parte, el evolucionismo es responsable de haber considerado que las sociedades humanas se encuentran en distintos estadios evolutivos, tipificando como estadio social y mental el primitivo. Desde esta perspectiva, la idea de la mente primitiva, aunque apunte hacia la tesis de la unidad psíquica de la humanidad, no deja de ser una construcción elaborada desde una perspectiva evolucionista. Frente a ello, sólo desde el particularismo y desde la aplicación estricta del principio del relativismo cultural, tal y como propugnaba Boas, es posible reelaborar de forma positiva el concepto universalista de naturaleza humana. Un ejemplo interesante de la utilidad práctica de esta concepción lo podemos ver en la fundamentación de las reclamaciones de los derechos de los pueblos indígenas.

El mismo diseño de funcionamiento del sistema nervioso humano y las mismas estructuras del cerebro.

Aunque existe un fundamento biológico que es universal, no podemos olvidar la plasticidad que caracteriza al funcionamiento cerebral. Tampoco puede obviarse la influencia del medio cultural en que el individuo se desenvuelve. Cada individuo tiene como entorno primario del desarrollo una cultura y esta no se superpone simplemente a su constitución biológica sino que, en cierta medida, puede llegar a moldearla. El cerebro no funciona en el vacío.

Un rango común de procesos cognitivos potenciales

La Antropología Cognitiva, utilizando como material básico de trabajo el lingüístico, ha pretendido mostrar cada cultura como un conjunto de sistemas de conocimiento. Para ello se ha servido de modelos psicológicos adecuados al estudio de procesos cognitivos concretos. En este sentido, podríamos recordar el uso de las categorías, los esquemas y los modelos culturales. Al utilizar estos elementos se asumía de forma implícita que los procesos cognitivos eran básicamente los mismos para todos los seres humanos.

La visión de la cultura como ordenamiento producido mediante los procesos de categorización permitía reflejar la diversidad como si tratara de deslindar dominios y dentro de ellos, establecer divisiones y subdivisiones, considerando que nunca serían iguales de una cultura a otra.

Frente a esto, la teoría de los esquemas se ha centrado en un proceso cognitivo básico: la memoria. No obstante, también se han tomado en consideración las relaciones que conllevan procesos de inferencia. Estos últimos tienen que ver con modelos de razonamiento que pueden simbolizarse utilizando reglas lógicas (Modus ponens, Modus tollens, etc.) En esta línea, Wason ha mostrado la generalidad en el uso del Modus ponens, señalando cómo el uso del Modus tollens es mucho menos frecuente. Por otro lado, la correspondencia de la argumentación Trobriand con los modos silogísticos aristotélicos sugiere que la diversidad cultural no conlleva formas de razonamiento diferenciadas.

Estas conclusiones contradicen los resultados de Wygostky y Luria en sociedades tradicionales en Uzbeistan y Kirghizia. Para ellos, la actividad cognitiva está ligada a los diferentes estadios del desarrollo histórico y los principales cambios que han ocurrido en esos procesos se han producido por el impacto de “una revolución social y cultural”, en referencia a la revolución bolchevique. Pese a su indudable condicionamiento ideológico, es interesante el estudio de Luria al señalar cómo los procesos de razonamiento y deducción están asociados con la experiencia práctica inmediata, de tal modo que los sujetos pueden hacer juicios válidos sobre las cosas que les conciernen, dando así muestra de una gran inteligencia práctica. Sin embargo, pueden manifestar al mismo tiempo una incapacidad para el razonamiento abstracto. Esta última se debe, según Luria, a:
  1. La desconfianza hacia una premisa inicial que no reproduzca su experiencia personal.
  2. El rechazo de las premisas que son enunciados universales. Las tratan como si fueran enunciados particulares.
  3. La desintegración del silogismo en tres proposiciones particulares sin una “lógica” unificadora evidente para quienes no estén habituados a la representación abstracta del razonamiento.
Hamill señala que hay cierto tipo de conclusiones, válidas desde un punto de vista lógico, que no son admitidas por miembros de diferentes culturas. Por ejemplo, en razonamientos que parten de una premisa universal (“todos los…”) y acaban en una conclusión particular (“algunos …”)

No obstante, tales problemas parece que se deben más a dificultades de índole semántica que propiamente lógica. En este sentido habría que señalar que estudios comparados con los Mende, Ojibwa y Navajo realizados por el propio Hamill tienden a confirmar que la estructura de los silogismos es universal.

Una mente intencional y consciente

La conciencia de sí mismo es universal. La unidad-continuidad mental de cada sujeto humano se comprueba a través del discurso narrativo. Por otra parte, la discusión sobre la existencia en todas las lenguas de pronombres personales ha acabado con la inclusión de estos en los universales semánticos primitivos. Así pues, el aspecto de la existencia de una mente intencional y consciente como elemento básico sobre el que asentar la idea de la unidad psíquica de la humanidad parece haber quedado demostrado.

Un amplio abanico de emociones y sentimientos que potencialmente afectan a todo ser humano

La toma en consideración de la emotividad en el estudio de la unidad psíquica de la humanidad proviene de la insatisfacción con los primeros enfoques, excesivamente centrados en el estudio de los aspectos racionales. No obstante, ya autores clásicos como Malinowski o Evans-Pritchard habían hecho referencia a la conducta emocional de los nativos. Por su parte, Darwin consideró las emociones humanas como un elemento clave para la supervivencia de la especie. A su vez, Freud subrayó la importancia de la conducta emocional y las formas en que esta interfiere y condiciona la conducta racional. En fechas más recientes, Lutz y White han señalado como las emociones aparecen en la literatura antropológica en el vaivén de las tensiones entre materialismo e idealismo, positivismo e interpretativismo, universalismo y particularismo, individuo y cultura, o romanticismo y racionalismo.

Ekman (1984) y sus colaboradores han llegado a tipificar las emociones universales de los humanos: felicidad, sorpresa, miedo, enojo, asco y tristeza. Individuos de culturas diferentes identifican unos mismos gestos y los refieren a las mismas emociones correspondientes.

Lakoff considera que las emociones tienen una estructura conceptual muy compleja y no pueden, por tanto, reducirse a un esquema tan limitado.

En todo caso, en el estudio del carácter universal de las emociones tendríamos que tomar en consideración, no sólo los aspectos biológicos y psicológicos, sino sobre todo los relacionados con las situaciones sociales y el significado existencial que se da a las mismas en términos culturales. Aspectos esenciales de la cultura suelen presentarse a sus miembros en términos emocionales antes que racionales. Este hecho no puede ser ignorado por el investigador.

La unidad psíquica y la posibilidad de la etnografía

La tesis de la unidad psíquica de la humanidad tiene importantes consecuencias en la Antropología. En última instancia, la virtualidad de la etnografía depende de:
  1. La posibilidad de compartir con cualquier otro ser humano pensamientos y sentimientos. La cultura es compartida: la distribución de sus contenidos se realiza, según Strauss y Quinn, mediante una pautación modal concreta, basada en el lenguaje, las prácticas de socialización infantil y una gama de soluciones concretas a los problemas cotidianos.
  2. La posibilidad de comprender las razones que guían el comportamiento de cualquier otro ser humano. De ahí la importancia de la empatía. Malinowski: mirar con los ojos del nativo. Rosaldo: concepto del sujeto posicionado, referido al lugar socio-estructural desde el cual se tiene un ángulo particular para ver las cosas.

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