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El Pleistoceno En La Peninsula Ibérica

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Definición y desarrollo del Pleistoceno

El período Cuaternario llega hasta los tiempos actuales, si bien se distinguen dentro de él 2 períodos: Pleistoceno y Holoceno. El 1º comprende desde los 1’8 mill. de años hasta el 9000 a. C. aproximadamente. A partir de entonces estamos en el Holoceno. El Pleistoceno se divide a su vez en dif. subperíodos en razón de las características climáticas.

La era cuaternaria comprende en la Hª del planeta los 2 últimos mill. de años. Su clima es “normal”, es decir, aproximadamente con las características generales y regionales actuales interrumpidas por varias etapas de intensificación del frío (glaciaciones). Se ha acordado distribuir en 3 grandes etapas las 5 glaciaciones comúnmente reconocidas:
  • El cuaternario antiguo o pleistoceno inf., en el villafranquiense medio y sup: comprende la glacia. de Donau (c. 2’1 a 1’7 mill. años), el interglaciar Donau-Günz y la glaciación de Günz (1’2 a 0’7 mill. años).
  • El cuaternario o pleistoceno medio, que se inicia con el comienzo del interglaciar Günz-Mindel (o cromeriense) (700000 a 650000 años antes del presente) y abarca las glaciaciones de Mindel y de Riss con su interglaciar.
  • El cuaternario reciente (pleistoceno sup. + holoceno), iniciado hace unos 125 mil años: se desarrolla en el interglaciar Riss-Würm, en la glaciación de Würm y en el posglaciar (holoceno) en el que ahora nos encontramos.
Las condiciones climáticas del pleistoceno y del holoceno se producen en la combinación de 2 factores básicos: la pluviosidad decreciente y la degradación de la temperatura.

En la morfología de varios macizos montañosos penín. se han advertido los efectos inmediatos de la acción glaciar o periglaciar. El límite de las nieves perpetuas en la Pen. Ib. habría descendido en el Würm a cotas de 1500 a 1300 m. En el S. Central se han advertido una morrena del Riss y otra del Würm en condiciones de mayores sequía y frío. Las morrenas de retroceso de los glaciares de Picos de Europa, montes de Reinosa y montes de León revelan los efectos de los glaciares del Riss y del Würm. En la sierra de Harana (Granada) está el nivel en el Würm II a menos de 1000 m.

La máxima expansión del glaciarismo en Europa debió producirse hace unos 20 mil años, cubriendo las masas de hielo la mayor parte del continente al N. del paralelo 52.

En el Würm avanzado hay actividad glaciar en los montes de León y de Sanabria, en el S. Central y en el S. Ibérico (Moncayo, Picos de Urbión). Durante el tardiglaciar (Würm IV) es definitivo el ascenso del nivel de las nieves perpetuas en los sucesivos frentes glaciares de Reinosa.

De forma generalizada se ha advertido que a los períodos de glaciación corresponden regresiones (descensos) del nivel de las aguas marinas y a las etapas interglaciares otras tantas transgresiones (avances) del mar con respecto a la línea de la costa.

Un esquema ya tradicional, elaborado por H. Breuil y G. Zbyszewski, estructura los varios pisos de playas y terrazas litorales en las proximidades de Lisboa según las transgresiones y regresiones del cuaternario. En el villafranquiense medio, la fuerte transgresión calabriense (Donau y Donau/Günz) pudo remontar en sitios las cotas de 190 m., la terraza siciliense (Günz/Mindel) la de 100 a 80 m., la playa milazziense (Günz) la de 65 a 40 m., la playa de época de Mindel y la posterior terraza tirreniense (interglaciar Mindel/Riss, a 30-25 m.) fueron ocupadas por las gentes del achelense antiguo y medio. Una fuerte regresión en el Riss y una nueva transgresión en el interglaciar Riss/Würm (la playa grimaldiense se hallaba entonces a 12 m.) cierran el modelo de ref.

En otros frentes marinos cambia la intensidad del fenómeno. La transgresión calabriense sitúa el nivel del Mediterráneo en Provenza a unos 120 m. sobre el actual y la del interglaciar Günz/Mindel a 80 m. Según ha apuntado M. H. Alimen, a lo largo del Riss el proceso de regresión marina y otras circunstancias convergentes de variación eustática hicieron franqueable el istmo de Gibraltar, entre Tánger y Tarifa.

Según un esquema muy simple, en las épocas glaciares se desprenden, trocean y arrastran grandes cantidades de roca de las márgenes de las cuencas fluviales; posteriormente se depositan en terrazas de gravas y arenas. La actividad interglaciar va cavando y modelando esos depósitos precedentes formando escalones y aterrazamientos cuya atribución geocronológica no siempre es fácil. De cualquier modo, las series de terrazas y de pisos en los depósitos laterales de las cuencas fluviales permiten articular un esquema de sucesión, de abajo a arriba, de las etapas de ocupación de las márgenes, por grupos humanos, a lo largo del paleolítico.

La fauna en relación con el clima y los aspectos culturales prehistóricos

Los paleozoólogos distinguen 3 grupos generales de asociaciones de fauna en el cuaternario europeo: en el cuaternario antiguo es de tipo villfranquiense (con Elephas meridionalis y mastodontes); en el cuaternario medio, como de transición, ofrece la adaptación a un clima húmedo y algo fresco (con Elephas antiquus e Hippopotamus maior, Rhinoceros etruscus y, luego, Rhinoceros mercki); por fin, desde el interglaciar Mindel/Riss se extienden las formas animales propiamente cuaternarias. Este lote de vertebrados es el que alcanza nto. tiempo, a través de la drástica selección provocada por las glaciaciones de Riss y de Würm a cuya conclusión se produce la extinción o migración (de la Pen. Ib. hacia el N.) de muchas de las especies mejor adaptadas al frío.

En acumulaciones de fauna del SE y S de España del interglaciar Günz/Mindel, están presentes especies propias de climas muy húmedos (casi de paisajes encharcados) y cálidos (como Elephas meridionalis, Rhinoceros etruscus, Equus stenonis, Hippopotamus antiquus; y diversos micromamíferos: Rhinolophus euryle y mehelyi, Eliomys quercinus, etc.) perdurando varios de los representantes arcaicos de tipo villafranquiense (Ursus etruscus, Allophaiomys pliocaenicus, etc.)

La fauna propia del interglaciar Mindel/Riss en los yacimientos de la Meseta responde al paisaje de transición, de circunstancias templadas y húmedas en que se combinan zonas arboladas con praderas: elefante de piel desnuda, rinoceronte, hipopótamo, ciervo, gamo, grandes bovinos y équidos. En la glaciación de Riss, los yacimientos de graveras de Madrid dan animales de situación no demasiado fría: elefante, uro, rinoceronte de narices tabicadas y ciervo. Las alternancias de las 2 variedades de rinoceronte (de narices tabicadas y lanudo) y de los 2 proboscídeos (de piel desnuda o de bosque y mamut) marcan la secuencia de situaciones cálidas o templadas con bosque y de frío en el interglaciar Riss/Würm y los interestadios del Würm (I/II, II/III) y en las oscilaciones Würm I y Würm II, respectivamente.

En los períodos + rigurosos de las glaciaciones se transforma la cubierta vegetal, disminuyendo el arbolado a costa de la extensión de la tundra, la estepa o la pradera, según latitudes y circunstancias regionales.

Los yacimientos cantábricos del paleo. sup. (Würm III y IV) contiene fauna propia de clima muy frío en ocasiones. En el Würm III hay en Lezetxiki, entre otros, restos de glotón y de rinoceronte lanudo; conchas de Ciprina islandica aparecen en la cueva del Castillo. El arte parietal o mueble del tardiglaciar recoge la imagen de algunos de esos animales de tundra.

El desarrollo de la vegetación

En el Pleistoceno medio se producen las formas culturales del paleo. inf., con sus complejos de bifaces que sustituyen paulatinamente a los de cantos tallados. La glaciación de Mindel es una etapa prolongada de clima semiárido y fresco: no muy frío al principio y con fases bastante rigurosas y secas al final. En el interglaciar Mindel/Riss se desarrollan en Europa meridional diversas especies arbóreas de hoja caduca y plantas termófilas. La glaciación de Riss se produce entre los 200.000-135.000/125.000. En el pleistoceno sup. se da la transición del paleo. inf. al medio (Riss/Würm), el paleo. medio y el paleo. sup. (a lo largo del Würm). El interglaciar Riss/Würm es etapa calurosa: en la cornisa cantábrica se caracteriza por las formaciones de bosque y por especies como el rinoceronte de narices tabicadas y el ciervo. La glaciación de Würm se subdivide en el SO de Europa en 4 etapas agrupadas en 2 bloques: antiguo (Würm I y II), correlativo a la cultura del paleo. medio, y reciente (III y IV), en el paleo. sup.

La oscilación Würm I y el interestadio Würm I/II presentan, respectivamente, un clima frío y húmedo y una situación atemperada con bosques de caducifolios. El Würm II parece ser en toda la Pen. De frío acentuado: están presentes el mamut y el rinoceronte lanudo, es baja la proporción de arbolado y se ha extendido un paisaje estépico por muchos lugares. El análisis de micromamíferos revela condiciones de frío extremado.

El interestadio Würm II/III parece ser muy húmedo y atemperado, o húmedo y cálido. No controlado aún en suficientes yacimientos, en Cantabria muestra la reinstalación del bosque templado, con abundancia de ciervo y rinoceronte de narices tabicadas. Del interestadio Würm II/III son formas culturales de la transición paleo. medio/paleo. sup. (final del musteriense y chatelperroniense). En las oscilaciones Würm III y IV se suceden las culturas del paleo. sup.: auriñaciense, gravetiense, solutrense y magdaleniense. Würm III es de carácter estépico: la baja proporción de especies arbóreas, los restos de algunas especies animales y las alteraciones de los depósitos en cueva evidencian un clima muy frío.

En los últimos 20 años se está reuniendo bastante información para determinar las oscilaciones del Würm IV, o tardiglaciar, en la cornisa cantábrica, con 3 pulsaciones frías (Dryas I, II y III) entre las que se intercalan 2 oscilaciones muy templadas (Bölling y Alleröd). Dryas I y II ofrecen un paisaje relativamente estépico y de media humedad (o de estepa-parque) con proporción discreta de arbolado. En la oscilación Alleröd se produce la transición cultural del magdaleniense terminal al aziliense: se acelera la transgresión marina, aumentan mucho las temperaturas y la humedad ambiente, y se expanden algunos bosques claros de especies de hoja caediza (tilo, roble, haya, aliso).

En el holoceno, o posglaciar, se suceden las fases climáticas del Preboreal y del Boreal, en las que se desarrollan las culturas del epipaleo. y mesolítico. Durante la fase climática siguiente se extienden las novedades del neolítico, con un clima algo fresco y de mayor pluviosidad. En la fase Subboreal el clima es ya muy parecido al presente; entonces, con las culturas del calcolítico y del desarrollo de la E. del Bronce, se asientan en todo nto. territorio las formas de vida campesina, pastoril y agrícola.

Tal cuadro climatológico queda matizado por circunstancias regionales y locales. En la Pen. Ib., la influencia de los mares atenuaron los contrastes térmicos que en otros sitios de Europa acentuaban las sucesiones de pulsaciones y glaciaciones. En zonas de especial pluviosidad se habría producido un sistemático vaciado (por la erosión de las corrientes de agua) de la mayoría de las cuevas y abrigos ocupados por los prehistóricos: con la consiguiente pérdida, para la arqueología, de los depósitos allí producidos en el Pleistoceno.
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El Paleolitico Inferior

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Consideraciones generales

El Pleistoceno antiguo significa una larga etapa temporal que abarca desde las primeras glaciaciones (Biber y Donau) hasta los tiempos medios del interglaciar Günz-Mindel (unos 1.300.000 años). Durante el transcurso de ese largo tiempo se asiste a la aparición de los 2 complejos culturales más antiguos. La presencia de los primeros guijarros o cantos tallados intencionadamente, la llamada Pebble-tool Culture, constituye el inicio de un desarrollo histórico-cultural durante el cual el hombre construye sus primeros instrumentos. El origen de estos conjuntos de cantos tallados, unifacial o bifacialmente, se fija en torno a los 2 mill. años, aunque por lo que a la Pen. Ib. se refiere parecen haber llegado muy tardíamente, hacia el 900.000, de acuerdo con los datos de la investigación actual.

Una 2ª gran etapa cultural, el Achelense, de posible procedencia africana y caracterizado por los instrumentos de talla bifacial y apuntados, penetró en la Pen. durante los tiempos de la glaciación de Mindel (Pleistoceno medio) y aunque sus primeras manifestaciones son de posición cronológica un tanto incierta, es posible pensar que sus elementos más antiguos pueden remontarse en la Pen. al 2º máximo glaciar de Mindel (Mindel I). Las distintas etapas o fases del Achelense se encuentra, la mayoría, en las terrazas de los rios y a distintas alturas, lo que ha hecho posible que se establezca una secuencia de su desarrollo cultural (antiguo, medio, superior y final) en razón de su posición dentro de las distintas terrazas. Hasta estos últimos años no se ha iniciado una investigación eficaz en torno estas 2 culturas inferopaleolíticas.

Las secuencias más antiguas y su distribución geográfica

Es opinion común entre los paleoantropólogos reconocer al Homo erectus el protagonismo de la gran diáspora de la Humanidad desde el solar africano hacia las templadas zonas de Euroasia (aprox. 1.500.000 mill. años). En el polimorfismo de estos primeros europeos (entre los que se encuentran los restos recientemente descubiertos en el yacimiento Trinchera Dolina de Atapuerca (Burgos), calificados, provisionalmente, como “Homo antecessor”, se perciben junto a rasgos propios del “Homo erectus” otros que pasarian por antecesores del “Homo sapiens”; justificándose así la denominación de “anteneandertales” o de “preneandertales” que se les suele aplicar.

Las primeras manufacturas de los homínidos africanos (hace unos 2 mill. años) consisten en cantos acondicionados, mediante percusión, con aristas cortantes o con apuntamientos. Este horizonte cultural tiene en Europa meridional una notable duración al final del pleistoceno inferior y en el pleistoceno medio, solapándose el complejo de los cantos tallados con el de los primeros bifaces (abbevillense y achelense antiguo) y con el achelense medio.

El yacimiento que por el momento ha proporcionado una mayor información sobre los primeros momentos de la cultura de los cantos tallados en la Pen. ha sido El Aculadero (Puerto de Sta. Mª, Cádiz). De acuerdo con los instrumentos recogidos, que se han considerado como propios del Estadio III de la secuencia nordafricana, El Aculadero se ha fechado en el Pleistoceno medio (interglaciar de Günz-Mindel). El estrecho podría haber sido atravesado durante una regresión, la Siciliense, durante la cual el nivel de las aguas debió de descender la suficiente como para poder ser franqueado a pie o sin grandes dificultades. Los materiales recogidos en El Aculadero se encontraron sobre depósitos de ladera procedentes de niveles marinos del Pleistoceno inf. La tercera parte de los mismos eran cantos tallados unifaciales en su mayoría y con escasos filos convergentes y escasos levantamientos y son raros los elementos bifaciales. Más de la mitad son lascas, talladas sobre cuarcitas de mala calidad; algunas presentan escotaduras, otras ofrecen denticulados y hay también alguna raedera simple, convergente y algunos picos o becs, no existiendo bifaces, hendidores, ni picos triédricos.

En Granada, en la zona de Cúllar de Baza I procede la evidencia segura más antigua que se haya determinado en la Pen. Ib. El lugar es una zona con cursos de agua que confluyen a una laguna en el centro de una abrigada depresión. Fue frecuentado en primavera y verano por manadas de herbívoros, además de diversos micromamíferos. Algún rastro de presencia humana se incluyó en ese depósito de fauna: en el nivel C se hallaron un canto con talla bifacial de tipo arcaico y otros restos industriales en cuarcíta y dolomía.

De ese mismo tiempo de comienzos del pleistoceno medio son los materiales del nivel 6 de Trinchera-Gran Dolina (TD) de Atapuerca. Por las características tipológicas de su industria se adscriben al mismo horizonte cultural arcaico en el Campo de Calatrava sobre terrazas del Jabalón (un canto tallado bifacial y una placa de cuarcita con señales de uso). En el Valle del Tajo, en las terrazas del Manzanares, se citan unos pocos yacimientos que podrían ser considerados de esta cultura de los Cantos tallados.

En Cataluña, se ha recogido restos del Paleolítico inf. arcaico en la cuenca del Ter, se recogieron cantos tallados sin bifaces y con instrumentos como puntas, raederas y buriles. En la misma zona se han recogido cantos tallados y otros tipos instrumentales en el Cau del Duc y en el Cau de Ullá (pueden ser dudosos).

El género de vida de esta primera cultural sería la recolección, en la que el marisqueo, en las zonas costeras sería fundamental, a la que también pudo agregarse la pesca, tanto marina como fluvial. No se han observado rasgos que induzcan a pensar en la actividad de la caza, aunque pudo practicarse con animales pequeños. Carecemos de toda información acerca de su org. social, aunque es de suponer que formasen grupos humanos lineales, en los que debió de imperar el parentesco por consanguinidad.

El Achelense peninsular

La 2ª larga etapa del Paleolítico inf. Supone una superación de las industrias de los cantos tallados, ya que aparecen una serie de innovaciones técnicas instrumentales, como el percutor blando y el tallado “levallois” que, previa la preparación de los núcleos en forma de tortuga, permitirá la creación de lascas cada vez más foliformes, cuya consecuencia última será la aparición de industrias laminares. El conjunto instrumental achelense está integrado por el bifaz, el hendidor y la raedera, a los que se une como perduración el canto tallado y se añade en ocasiones el pico triédrico, apareciendo durante su desarrollo el raspador y el buril, que serán elementos fundamentales en culturas paleolíticas posteriores.

El desarrollo del Achelense transcurre durante el interglaciar Mindel/Riss, continúa durante la glaciación de Riss y el Interglaciar Riss/Würm, situándose su límite en los comienzos del Würm I. Sus distintas etapas culturales –inf., medio, sup. y final- se han establecido, no sólo en función de los perfeccionamientos técnicos, sino que también en relación con los cambios climáticos alternativos producidos como consecuencia de la acción glaciar. Las nuevas condiciones de vida creadas por el Homo erectus, autor de estas transformaciones, del que, por el momento, en la Pen., no se han encontrado restos antropológicos. En cambio, sus asentamientos aparecen repartidos por todo el territorio pen. y se sitúan principalmente en las terrazas de los ríos y, excepcionalmente, en cuevas, siendo las áreas que ofrecen un menor nº de hallazgos la cantábrica y la mediterránea, a consecuencia del carácter torrencial de los mismos.

Achelense inferior : (antes prechelense/abbevillense)

Se refieren los primeros bifaces de los sitios de la Meseta de El Espinar, Gargabate y Monfarracinos –del Günz/Mindel-, el yacimiento de Pinedo –de fines del Mindel-, contemporáneo del horizonte La Maya III, la industria pobre de Cau d’En Borrás , acaso alguna localización en Montserrat y varias del litoral portugués (Açafora, Magoito, Peniche, etc.). En los primeros yacimientos de esta etapa se aprecia la coetaneidad del achelense antiguo y del horizonte arcaico de cantos tallados.

El yacimiento de Pinedo, situado sobre el Tajo, en las cercanias de Toledo. Los instrumentos fueron tallados preferentemente en cuarcita, en menor cantidad están representados los de sílex y los de cuarzo, agrupándose la industria dentro de 5 tipos: cantos tallados, bifaces, hendidores, triedos y lascas. En conjunto, la industria de Pinedo parece representar varios momentos del Achelense inf.

Se insiste últimamente en la hipótesis de la formación de un achelense autóctono en la franja meridional de la Pen., advirtiéndose algunos nexos formales entre las llamadas culturas iniciales de graveras y las colecciones del achelense antiguo. La existencia de cantos sometidos a talla reiterada que produce formas cada vez más concretas caracterizaría esta etapa transicional que, en opinión de Vallespí, aboca a un “achelense autóctono, ibérico”: en la sugerencia de las colecciones de El Aculadero y de numerosas localizaciones del Bajo Guadalquivir y en la expresión cabal de Pinedo.

Achelense medio

Achelense medio primitivo.- Se comienzan a emplear percutores blandos para la conformación final, por retoque, de los instrumentos. Este trabajo más cuidado se hace por percusión normalmente directa en varios ángulos de incidencia bastante abiertos. Los bifaces se obtienen de cantos o de grandes lascas; son de proporciones gruesas con cierta variedad de formas. Abundan los hendedores de los tipos supuestos más antiguos. El utillaje sobre lascas emplea las conseguidas mediante la técnica clactoniense y aparecen en cantidad las de tipo levalloisiense y tayaciense.

Achelense medio evolucionado.- Muestra una continuidad de depósito y tipológica con respecto al estadio anterior. Es mayor ahora la diversificación del utillaje sobre lasca (raederas abundantes, cuchillos de dorso, denticulados, …) obteniéndose la mayoría de los bifaces sobre ese soporte y con formas cada vez más diferenciadas (lanceolados, triangulares o “micoquienses”, …). Abundan junto a los bifaces los hendedores y los picos triédricos.

De esta fase se conoce un nº mayor de yacimientos. En la cuenca del Guadiana se encuentran en la Comarca del Campo de Calatrava (C. Real).

En el valle del Tajo, en las terrazas de sus afluentes (Jarama, Manzanares, Alagón), se sitúa una serie de yacimientos propios del Achelense medio. Entre ellos destaca Arganda I, R-I, se localizaron dos suelos de ocupación, de los que el inferior proporcionó varios restos óseos de elefante antiguo. En la 2ª área, AR-II, sólo se apreció un suelo de ocupación con muy escasa industria lítica, entre la que destaca un sacho o ficron lanceolado y un hendidor, junto con los restos de parte de un elefante antiguo (Palaeoloxodon antiquus), situado en posición anatómica.

Los materiales recogidos en el suelo de ocupación superior de AR-I señalan una clara tendencia a la talla levallois y el conjunto instrumental estaba formado por ¼ parte de bifaces y, en menor proporción, de hendidores de tipo primitivo. Los cantos tallados continúan presentes, aunque en escasa proporción. Entre las lascas aparecen abundantes las raederas, algunos triédricos, cuchillos de dorso natural, algún denticulado y un buril diedro.

La fauna de este nivel estaba integrada por mamíferos de gran tamaño (elefantes, cérvidos, un bóvido peq. y carnívoros), una variada microfauna de ratones, ratas de agua, hámster, insectívoros, conejos y murciélagos,…) y algunas especies de peces (anguila, sábalo, boga, cacho y lucio), así como gasterópodos terrícolas. La semejanza de esta fauna con el complejo faunístico actual de la Pen., revela la presencia de unas condiciones climáticas para los tiempos de Achelense medio muy semejantes a las actuales.

En el valle del Alagón, afluente del Tajo, se encuentra El Sartalejo, yacimiento en el que se recogieron abundantes lascas y una serie de bifaces que no llegan a la tercera parte de los hendidores, que constituyen el instrumento lítico mayoritario y que pertenecen a los tipos 0, predominantemente, seguido por el II y escasamente representados los I, III, V y VI; entre las bifaces se observan tipos de cara plana, lanceolados, amigdaloides, abbevillenses, … Entre las lascas abundan las raederas de formas variadas, los cuchillos de dorso natural y un buril. El índice tipológico y técnico levallois es despreciable.

En la cuenca del Duero, se sitúa un yacimiento de achelense medio, Maya II, semejante en características industriales al de El Sartalejo, cuyos materiales son una serie de bifaces paralelos en nº a otra de hendidores. En Maya Ia (Achelense medio tardio) destacan los cantos tallados, que aparecen en mayor proporción que los bifaces y los hendidores, y sólo unos cuantos son bifaciales, siendo, por lo general, de filo simple con más de 3 negativos de lascado.

Pero sin duda los yacimientos más imp. de esta etapa se encuentran situados en el valle del Jalón, en la cuenca del Ebro, en la zona de Torralba-Ambrona (Soria), situados a +1.000 m de alt. La mayoría de los instrumentos se tallaron en sílex, siendo 1/3 de los encontrados de cuarcita. También se utilizó el hueso y la madera. Para el tallado de la piedra no se empleó la técnica levallois. Los bifaces son menos de la ¼ parte del instrumental obtenido, siendo la mayoría de filo recto y en gran parte sobre lasca. Los hendidores presentan formas equilibradas y suponen una cierta evolución respecto de los de Pinedo. Las raederas suponen la 1/5 parte del utillaje y son abundantes los tipos simples y los transversales y escasos los dobles, desviados, alternos, bifaciales y de cara plana. Escasos son también los cuchillos de dorso y más abundantes los denticulados, frecuentes las escotaduras, estando presentes los raspadores, perforadores y buriles más o menos típicos.

Los instrumentos de hueso presentan tipos apuntados y fragmentos alargados con filo transversal, inclinado y un tanto cortante, así como un posible “bifaz” apuntado. Se comprobó en los últimos trabajos la existencia de áreas de despedazamiento de los animales cazados (huesos de elefante, caballo y bóvido).

Algunos yacimientos del litoral asturiano, con características esferoides, encajarían tipológicamente en el estadios inicial del achelense medio. De la glaciación de Riss será el depósito de fauna en que se hallaron los restos de Homo de la cueva mayor de Atapuerca.

Se advierte que con el achelense medio evolucionado las industrias del paleolítico inf. se han extendido ya prácticamente por todas las áreas pen.

Achelense superior y final

Ocupa el final de la glaciación de Riss y el interglaciar Riss/Würm –en coexistencia ya con los inicios del paleolítico medio en algunas zonas-, prolongándose en el comienzo de la glaciación würmiense. El utillaje de esta época comprende un repertorio variado de bifaces (de formas casi simétricas, delgadas y esbeltas) y lotes bien definidos de instrumentos sobre lasca, entre los que se hallan los prototipos de la mayor parte de los instrumentos del paleolítico medio y superior (raspadores, puntas, buriles, perforadores,…).

A los momentos finales del Achelense superior puede atribuirse el yacimiento del Chiquero (C. Real), cuya industria contiene bifaces lanceoladas, cordiformes y subtriangulares de peq. tamaño y hendidores algo mayores, que pueden responder a un desarrollo tardío del Achelense superior.

En la depresión Guadix-Baza hay el yacimiento de la Solana del Zamborino (Fonelas), que contiene 3 niveles arqueo., de los que el central ha proporcionado gran nº de restos faunísticos y de industria. Ésta se caracteriza por su talla no levallois con abundantes raederas, denticulados, puntas de Tayac, cantos tallados uni- y bifacialmente, un hendidor y bifaces de gran belleza técnica. La fauna está representada por caballos, urotoros, ciervos, elefantes, rinocerontes,… Este yacimiento ha sido atribuido al Achelense superior en sus etapas finales.

En los areneros del Manzanares, dentro de la cuenca del Tajo, se citan yacimientos conocidos desde antiguo con restos pertenecientes al Achelense superior, como el tan conocido de San Isidro, con bifaces de buena factura y hendidores equilibrados.

En el área cantábrica contamos con un imp. yacimiento en la playa antigua de Bañugues (Gozón). Se encuentra una serie de instrumentos, que por su posición hay que considerar como del interglaciar Riss/Würm dentro del Achelense superior, en sus finales, en el que hay abundantes bifaces y hendidores y escasos picos triédricos, así como diversos útiles sobre lasca, entre los que destacan las raederas, los denticulados, las escotaduras, siendo abundantes las lascas simples, de las que un grupo abundante son propias de la técnica levallois.

En resumen, al Achelense superior y final, con bastantes variantes tipológicas y matices estratigráficos, pertenecen muchos yacimientos: series de Porzuna, Calahorra y Badarán, las ocupaciones superiores de Torralba y Ambrona, los niveles inf. de las cuevas del Castillo, Horá, Puig d’Esclats y los Cau del Duc de Ullá y de Torroella, los últimos niveles de ocupación de Atapuerca en Trinchera-Galería y Trinchera-Gran Dolina, los depósitos de Arriaga I y La Gavia I (de tipo micoquiense, en aparente transición al paleo. Medio), El Basalito, varios portugueses, los yacimientos de Las Gándaras, Cabo Busto, Calvarrasa I (ya del Würm inicial), etc.

Los pueblos del Achelense, teniendo en cuenta su instrumental, tendrían una economía basada fundamentalmente en la recolección, a la que se una la caza, practicada mediante trampas, como sugieran los cazaderos de Torralba y de Solana de Zamboriño. La mezcla de huesos de distintos animales en las zonas gastronómicas de Torralba sugieren que en los mismos cazaderos existían áreas de consumo y protección de los alimentos sobrantes. Los grupos humanos debieron de estar formados de pocos seres, unidos por lazos líneales de tipo consanguíneo. Estos peq. grupos pudieron unirse temporalmente en bandas cuyo objetivo sería la caza. Respecto a sus costumbres religiosas sólo se puede aducir el reciente descubrimiento de restos óseos humanos, de + de 2 individuos, encontrados en la cueva de Atapuerca, asociados a numerosos restos óseos de oso, de unos pocos felinos y de peq. carnívoros y de aves, lo que puede implicar la existencia de un ritual funerario, en el que la rotura y fragmentación de los huesos humanos y su mezcla con los de los animales era fundamental.

Respecto a la procedencia de las poblaciones del Achelense pen. puede suponerse que fueron colonos procedentes del N. de África. La penetración de los distintos grupos achelenses debió de llevarse a cabo por las costas atlánticas y remontando los valles de los ríos, ya que es en las playas fósiles o en las terrazas de los ríos en donde se encuentran los yacimientos más imp.
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El Paleolitico Medio

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Concepto del Musteriense y sus facies

En el desarrollo del interglaciar Riss/Würm se produjo una situación climática de pulsaciones frías y recalentamientos sucesivos: se va asentando entonces el paleolítico medio, con el musteriense como conjunto cultural mejor reconocido en el SO. de Europa. El musteriense más antiguo remonta el interglaciar Riss/Würm (a fines de la glaciación Riss en algún sitio), hace + de 125.000 años; y alcanza su plena expresión en las oscilaciones Würm I y Würm II, que ocupan en su conjunto unos 40.000 años (aprox. desde 75000 hasta 35000 a. C.). Durante este espacio de tiempo tiene su desarrollo el Musteriense, que está constituido por un vasto conjunto industrial, dentro del que se han distinguido varias facies que se caracterizan por la utilización de técnicas de trabajo diferentes.

A diferencia del Achelense, que es una cultura con instrumentos de gran tamaño (bifaces, hendidores, triedos y cantos tallados) asociada a lascas, el Musteriense se caracteriza por el empleo masivo de las lascas, con las que fabrican conjuntos instrumentales de tipo medio (raederas, puntas, denticulados, muescas, cuchillos de dorso), de los que desaparecen total o parcialmente, según las facies, los bifaces. En los años 50, M. Bourgon y F. Bordes dedujeron del cómputo de las industrias musterienses del SO. francés (Périgord y zonas próximas) la existencia de algunas asociaciones reiteradas entre determinados grupos de instrumentos. El valor porcentual del grupo de las raederas sirvió en especial para definir las facies de ese complejo industrial. Son 4 grupos generales, con subdivisiones y matices, que se vienen utilizando para clasificar las colecciones líticas del musteriense de Eurasia y N. de África. Las facies identificadas básicamente en el modelo de referencia son:
  1. Musteriense típico, de acuerdo con el efectivo industrial del yacimiento epónimo (Le Moustier, en Dordogne), en que se aprecia un significativo peso de la tradición tayaciense y levalloisiense, abundando las raederas sobre lasca de diversos tipos y siendo muy habituales las piezas apuntadas (puntas musterienses y levalloisienses, por ej.).
  2. Musteriense charentiense, caracterizado en su conjunto por la proporción dominante de raederas. Se subdivide en 2 grupos –La Quina y La Ferrassie, por los 2 yacimientos de referencia- según que las lascas obtenidas mediante técnica levallois hayan sido empleadas o no. En el tipo La Quina, de carácter no levallois, supone el efectivo de raederas (50-80%), siendo piezas de trabajo muy cuidado sobre soportes altos, como tipos carenados de retoque escaliforme con un frente bastante convexo. Los conjuntos del tipo La Ferrassie se caracterizan por el uso muy frecuente como soportes de las lascas levallois; siendo también alta la proporción de raederas presentes, han disminuido las de tipo carenado y aumentan las de filo denticulado.
  3. Musteriense de denticulados, con un fuerte porcentaje de lascas denticuladas y con muescas (35-50%), pocas raederas y apenas bifaces y puntas de dorso. El índice de lascado levallois varía según los yacimientos.
  4. Musteriense de tradición achelense, estructurado en 2 subgrupos . La más antigua, fase A, ofrece un índice de bifaces del 8-10%, un nº discreto de raederas y de cuchillos de dorso y una cierta cantidad de denticulados; aparte de proporciones variables de instrumentos propios del paleo. sup. (buriles, perforadores, raspadores, etc.) y de lascas de técnica levallois. La fase más reciente, la B, ofrece una disminución del nº de bifaces (2-8%) y de raederas y el proporcional aumento de los instrumentos más propios del paleo. sup., de los cuchillos de dorso y de los denticulados.
Esos grupos de combinaciones de tipos de instrumentos no responderían, según la opinión de sus definidores, a una evolución unilinear y en etapas sucesivas sino que se integrarían en un “complejo cultural en ebullición”. Algunos prehistoriadores piensan que esas facies acaso representen otros tantos conj. de utensilios de carácter funcional común serían los lotes de instrumentos que los diversos grupos humanos debían tener a su disposición, según la situación de los territorios y las variaciones que posibilitan determinadas labores de explotación. De forma que aquellos grupos de utensilios podrían servir preferentemente para trabajar la madera, el hueso y las pieles (equipamiento musteriense típico), para tareas relacionadas con el descuartizo y carnicería de las piezas cazadas (facies charentiense) o para el tratamiento de materias vagetales (de denticulados), etc.

Esta independencia en el desarrollo de las diversas facies musterienses ha de ponerse en relación, no sólo con la existencia de dif. tradiciones cuturales, sino también con la presencia de distintos grupos humanos. Hasta hace poco se había supuesto que el Musteriense, en gran parte, era la obra del hombre de Neandertal, tipo humano de pequeña talla y formas macizas, de cráneo reducido y aplastado, con la frente huidiza, robustos arcos superciliares y de mandíbula inf. prognata y sin mentón; pero parece que no fue éste el único hombre musteriense, pues se apunta la presencia de un nuevo tipo humano, los anteneandertales, cuyo origen se fija en el paleo. inf. a partir de algunos restos óseos que presentan evidentes rasgos humanos de carácter moderno. El hombre de Neandertal desapareció como un final de una estirpe, en tanto que los anteneandertales parecen haber perdurado, como señala la presencia de algunos de sus rasgos en los hombres del Paleo. Sup.

Durante los tiempos musterienses, a las formas tradicionales de vida al aire libre en las cercanías de los ríos se incorpora la ocupación de cuevas y abrigos, quizás en busca de una mayor seguridad y protección. Su antecedente en la Pen. se encuentra en los niveles achelenses de la cueva del Castillo (Puente Viesgo, Santander). Propio de las regiones con formaciones cárstico-calcáreas, este nuevo tipo de habitación se extendió rápidamente por todas las áreas con calizas de la Pen., asentándose principalmente en la cántabro-vasca, en la mediterránea y en las cordilleras surbéticas (en las restantes zonas continúa la vida al aire alibre). Más tarde, este género de vida cavernícola será básico durante los tiempos del Paleo. Sup. de Europa occidental.

Características regionales

Aunque el Musteriense parece encontrarse en la mayor parte del territorio pen., sin embargo, las distintas facies aparecen mejor definidas dentro de unas áreas que en otras. Los yacimientos del Musteriense de tradición achelense parecen mejor representados en Cantabria y en el valle del Manzanares. Dentro de la 1ª se cuenta con un grupo de 3 yacimientos en cueva, Castillo, Morín y Pendo, cuyas industrias, encuadrables en la fase B de dicha facies, presenta no obstante diferencias notables con la misma, ya que en ellos aparece un imp. nº de hendidores, faltando totalmente los bifaces, por lo que se les ha considerado como propios de una subfacies, Musteriense de hendidores. La Cueva del Castillo (Puente Viesgo) contienen un nivel musteriense, comprendido entre un Musteriense superior típico de tipos peq., y un claro Auriñacense. Los hendidores, de diversos tipos, son de talla cuidada y se hallan asociados a puntas, raederas, buriles, etc., y a una fauna de ciervos, rinoceronte de Merck y elefante antiguo. En Cueva Morín aparecieron varios niveles de Musteriense de denticulados. Los instrumentos recogidos son de tipo variado y su tallado es no-levallois. Estas mismas características ofrecen los materiales del nivel XIII del Pendo.

También en cueva, en el área levantina, se encontró un nivel con Musteriense de tradición achelense en Cova Negra (Játiva), intercalado entre niveles de facies Charentense, cuyos materiales ofrecen un índice levallois bajo, pero significativo, buen nº de raederas y denticulados y unas pocas bifaces.

El resto de los yacimientos de esta facies se encuentran situados al aire libre y repartidos por casi toda la Pen., siendo el núcleo más imp. el situado en el valle del Manzanares (Madrid), de los que proceden num. instrumentos, que se consideraron como propios del Musteriense de tradición achelense (necesitan revisión), suponen la mayor concentración de restos instrumentales de esta facies en la Pen.

La facies Musteriense típica está poco representada en la Pen. En la Meseta S. se encuentra la cueva de Los Casares, en Riba de Satelices (Guadalajara), que presenta una sucesión de 4 ocupaciones, que han sido consideradas como propios del Musteriense típico de formas peq. con un bajo índice técnico levallois, abundantes raederas y elementos facetados y escasos cuchillos de dorso, que los aproximan un tanto al Charentense de tipo Ferrassie. La fauna presenta el conejo, la cabra montés y el caballo, como animales dominantes, junto con ciervos, grandes bóvidos, corzos, sarrios, osos, panteras, leones y un rinoceronte (interestadio Würm I/II).

En el valle del Manzanares se señalaron, hace años, varios yacimientos en terraza con Musteriense de tipos peqs. En Cataluña, el Musteriense típico señalado en la cueva de En Mollet (Serinyá, Girona), con instrumentos de cuarzo de talla no-levallois, muy abundantes, mientras que los de cuarcita y sílex presentan un mayor índice de talla levallois, con fauna de ciervo, bóvido, caballo, rinoceronte de Merck, elefante antiguo, hiena,…

En el área andaluza se conocen como propios de esta facies pocos yacimientos. La cueva de la Carigüela, de Piñar (Granada), ha proporcionado interesantes niveles musterienses típicos, ricos en raederas y con imps. hallazgos de huesos humanos. Aunque, sin duda el yacimiento más imp. es el de Gorham’s Cave (Gibraltar) con 4 niveles, separados por estratos estériles. El más antiguo presenta una pobre y escasa industria de técnica levallois, con conejo y ciervo, como dominantes, que se ha situado en el interestadio Würm I/II. Los 2 niveles intermedios, también con notable índice levallois y abundantes raederas de varios tipos, escasos cuchillos de dorso y algunos tipos laminares, asociados a una fauna de conejos, cabras y ciervos, como dominantes, seguidos además de bóvidos, caballo, hiena, rinoceronte,…, que responden a un clima templado propio del interestadio de Würm I/II.

La facies del Musteriense de denticulados se encuentra en las zonas del N. pen. y en cuevas, aunque también se proyectó hacia las zonas meridionales. En Santander, las cuevas de Morín y del Pendo contienen 2 estratos de denticulados separados por un nivel del Musteriense de hendidores, dominando en áquellos las raederas y las lascas con muescas. La fauna dominante es de bóvidos, ciervos y caballos, habiéndose situado estos niveles dentro del Würm I en sus inicios, para los niveles más antiguos, en tanto que los posteriores al Musteriense de hendidores se sitúan en la fase Hengelo del interestadio de Würm I/II. En Asturias, en la cuenca del Nalón, se conoce desde hace años, la cueva del Conde o del Forno (Tuñón), en la que aparecieron 2 niveles atribuidos a las facies denticulada, aunque el inf. contiene un bifaz de forma trianguloide que supone contactos con el Musteriense de hendidores.

En Cataluña, en el Abric Romaní y en el Abric Agut (Capaelladas, Girona), se han encontrado restos de facies denticulada. En el 1º, apareció una industria de índice levallois poco imp., abundante en raederas, elementos denticulados, raspadores simples, cuchillos de borde y alguna punta pseudolevallois; mientras que el Abric Agut se han encontrado raederas y otros denticulados que se han supuesto del Würm II/III.

La facies del Musteriense Charentense, en sus 2 subfacies, La Quina y La Ferrassie, parecen, por el momento, abundar + en la parte oriental de la Pen. En la Meseta N. se conoce la cueva de la Ermita (Hortigüela, Burgos) con 2 niveles superpuestos, cuyos materiales (raederas, denticulados y algún cuchillo de dorso) presentan un débil índice levallois. En la región valenciana se encuentra quizás el yacimiento musteriense + imp. en Cova Negra (Bellús-Játiva). El bloque + antiguo presenta, en sucesivas ocupaciones, una serie de variantes en sus conjuntos líticos, entre los que se observa la abundancia en todos ellos de raederas, la oscilación en el nº de denticulados y un índice levallois muy bajo que en la última ocupación pasa a no-levallois, siendo además escaso el nº de puntas. En el bloque superior se observan análogas tendencias tipo Quina, con fuertes índices no-levallois y laminas, por lo que se le ha considerado como una especie de subfacies Para-Charentense. Todos los niveles se han encuadrado dentro de los Würm I y II.

La facies del Charentense, tipo Ferrassie, se encuentra establecida en el área mediterránea. De Cataluña se cita la Bóvila Sugranyes (Reus), el abrigo de la Pechina (Játiva), cuyo nivel superior contiene una industria muy semejante a la del nivel sup. de Cova Negra, de caracteres Para-Charentenses y otro inf., + antiguo, con un índice levallois no muy alto, abundantes raederas, excelente retoque tipo Quina y pocas láminas, raspadores y buriles.

En Portugal, en general, el Musteriense se encuentra al aire libre, especialmente en las terrazas del Tajo.

Los hallazgos antropológicos

El tipo neandertalense es bien conocido en Europa desde los hallazgos de mediados del siglo pasado en el S. pen. (Gibraltar) y en Alemania (Neanderthal). Destacan, entre sus rasgos, una elevada capacidad craneana (con una media de 1.450 cm3), una estatura en torno a los 1’55 m, unos brazos ligeramente alargados y, en ellos, un especial desarrollo del brazo con respecto al antebrazo. La cara tiene un notable prognatismo, con mentón mínimo en una mandíbula fuerte, y unos ojos aparentemente hundidos bajo salientes arcos superciliares; la forma de su cabeza, dolicocéfala, es ligeramente aplanada.

En la Pen. Ib. son relativamente abundantes los yacimientos de ocupación en cuevas y abrigos, o al aire libre, de aquel tiempo; pero es reducido el repertorio de restos óseos de esos hombres, sin que lo recuperado hasta ahora pueda referirse a disposición de enterramiento.

En la cuenca del Duero, formaciones calizas de la sierra de Atapuerca a orillas del Arlanzón (15 km Burgos) acogen un complejo aparato cárstico con cerca de 40 cuevas hasta ahora inventariadas. Tanto Cueva Mayor-Sima de los Huesos como Trinchera-Gran Dolina están aportando imps. conjuntos de huesos humanos.

En Sima de los Huesos, hasta la campaña de 1993 se habían recuperado + de 1.300 huesos humanos correspondientes a un grupo de al menos 29 individuos en su mayoría jóvenes. Su tipología antopológica se asimila con la de los anteneandertales del tipo europeo. Constituye éste un registro importantísimo de pob. del pleistoceno medio, de antes de los 250.000 años. Este conj. antropológico SH resulta ser el lote por hoy + completo de huesos poscraneales (paqrtes del tronco y extremidades) del registro mundial de ese tiempo.

Del depósito de travertino del lago de Banyoles (Girona) procede la mandíbula completa probablemente femenina (unos 50 años edad) hallada en 1887. El sitio del yacimiento se dataría en el pleistoceno sup. (interglaciar Riss/Würm o Würm I). Ofrece esa mandíbula varios rasgos arcaicos y otros modernos, y se la ha clasificado como de Homo erectus de tipo progresivo, con la caracterización de los anteneandertales europeos en proceso de neandertalización.

De Gibraltar proceden 3 lotes antropológicos distintos. En la cantera de Forbe se halló en 1848 un cráneo de adulto femenino, buen espécimen de Homo neanderthalensis acaso de su variedad mediterránea; poco después se recuperó un molar juvenil en la brecha fosilífera de la cueva de Genista. En la excavación de Devil’s Tower se encontraron varios trozos del cráneo de un niño de 5 años, en un nivel datado en fecha anterior a los 30000 a. C.

En niveles de ocupación del paleo. Medio de la cueva de la Carigüela (Granada) se han recuperado unos cuantos restos de neandertales. Las excavaciones de 1955 obtuvieron: el frontal de un niño (6 años) y 2 fragmentos de parietales distintos de adulto (niveles 7 y 6); y una mandibula de adulto masculino, un fragmento de parietal y una tibia, en el nivel 2. En excavaciones posteriores se consiguieron otros restos humanos en el nivel 4.

Un parietal derecho de adulto masculino, un fragmento de mandíbula de niño de 5 años y un incisivo de adulto se hallaron en el denso depósito musteriense de Cova Negra (Valencia). Pese a quienes han apreciado en el parietal caracteres arcaicos prevalece hoy la identificación propuesta por M. Fusté con el tipo de Neanderthal: su nivel de procedencia se formó probablemente a comienzos del Würm II.

Existen, además, otros restos procedentes de yacimientos del musteriense dispersos por todo el suelo peninsular.
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Características Generales Del Paleolítico Superior

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Aspectos generales

En relación con el Musteriense, el Paleo. Sup. supone un mejor aprovechamiento por el hombre, cazador, pescador y recolectos, de las posibilidades que el biomedio en que vive le ofrece. Centra sus esfuerzos en direcciones definidas y orientadas a un perfeccionamiento de la tecnología, que tiende a reducir el tamaño de los instrumentos e inventa nuevos tipos, como las puntas foliáceas, en estrecha relación con su objetivo principal, la caza. Adapta, además, parte del viejo instrumental, al que dota de un gran polimorfismo tipológico, como se observa en los buriles y raspadores, al tiempo que la

industria del hueso adquiere gran auge y da lugar a la creación de nuevos tipos de instrumentos, entre los que destacan, dejando aparte las azagayas y los objs. religiosos o de adorno, la aguja y el arpón con el propulsor, inventos que suponen una verdadera revolución técnica, de imp. repercusión en etapas posteriores, ya que se encuentran en la base de la fabricación de vestidos y de la caza a distancia, respectivamente.

También aparecen, durante estos tiempos, las 1ª manifestaciones artísticas, que llegan a formar imps. conjuntos, tanto rupestres, como muebles, que sirvieron de vehículo de expresión gráfica a las creencias religiosas de aquellos grupos humanos.

El autor de todos estos inventos e innovaciones fue el Homo sapiens sapiens vr. fossilis, representado en la Pen. por el tipo de Cro-Magnon. Estos grupos se muestran muy creativos en manifestaciones expresivas, en tecnología y en sist. de explotación del medio.

Se da también ahora la sustitución por parte de esos cazadores y recolectores de unos anteriores modos de explotación indiscriminada (economía oportunista) por actividades especializadas y selectivas en el aprovechamiento de recursos concretos (economía especializada). Se definen con bastante seguridad determinados “territorios” donde se articulan las funciones específicas de un grupo de estaciones en torno a un “campamento base” ocupado de modo continuado y por la mayoría de la gente.

Las gentes del paleo. sup. pen., no sólo habitaron en cuevas, sino que se enterraron en ellas, siguiendo la tradición cavernícola iniciada durante el Musteriense, tipo de habitación que se intensificó a consecuencia de las rudas condiciones climáticas de los tiempos finales del Würm IV. No obstante, también se vivió al aire libre, en posibles chozas, como demuestra la presencia de algún yacimiento en el valle del Manzanares y el recientemente descubierto en una ladera del Cerro del Berrueco (Salamanca).

Dispersión

La mayoría de los conjs. instrumentales, así como las manifestaciones artísticas, se han descubierto en cuevas o abrigos, situadas en zonas montañosas con formaciones calizas, que se encuentran principalmente en las áreas cantábrica y mediterránea, además de en la zona protuguesa al N. y al S. del Tajo. Esta situación de los yacimientos en 2 áreas tan distintas climáticamente y, por tanto, con biomedios dif., ha hecho que con referencia al paleo. sup. pueda hablarse de 2 facies o aspectos culturales distintos, que permiten diferenciar las industrias cantábricas de las mediterráneas.

La diferenciación en el paleo. sup pen. de estas 2 grandes áreas, cantábrica y mediterránea, es ahora generalmente admitida. La franja septentrional, o astur-cantábrica-vasca, se aproxima bastante en su evolución cultural a la definida en el SO. francés (Aquitania y Pirineo); mientras que en el área mediterránea, o catalano-valenciana-meridional, se dan mayores semejanzas con lo apreciado en el Mediodía francés (valle del Ródano) y en el resto del Mediterráneo occ. Una y otra área pen. se distinguen en relación con los “modelos” respectivos transpirenaicos a veces por la originalidad de algunos fósiles directores propios (típicas azagayas del solutrense o arpones del magdaleniense cantábrico, o las puntas parpallenses del solutrense levantino) o por características más globales de la evolución de las fases culturales (tal el solutrense avanzado cantábrico o el solútreo-gravetiense del área mediterránea española). La variabilidad en la composición de los efectivos industriales y en especializaciones de caza, determinados estilos peculiares o la abundancia de temas concretos en el arte rupestre y mobiliar parecen apuntar también algunas diferencias regionales en el desarrollo del paleo. sup. pen.

El marco cronológico

El paleo. sup. del SO. europeo dura entre 25.000 y 28.000 años. Su esquema de subdivisiones está organizado en grandes bloques culturales en cuyo interior se determinan situaciones sucesivas distinguidas por ordinales. Ese esquema de ref. parece cerrado y demasiado detallista, y es a menudo rebasado por aportaciones recientes de estratigrafía, de cronología absoluta o de análisis tipológicos del conj. de las evidencias.

El paleo. sup. habría de ser entendido como dotado, desde sus mismas raíces en el musteriense avanzado, de elementos técnicos básicos que se desarrollan luego sin cesuras, por yuxtaposición, ensamblaje o desenvolvimiento de potencialidades preexistentes. Sólo con esta especificación y en cuanto recurso taxonómico o didáctico se aceptaría el esquema-marco de periodificación cultural utilizado tradicionalmente.

De acuerdo con datos obtenidos de análisis sedimentológicos, paleontológicos y paleobotánicos se encuendra el transcurso del paleo. sup. entre el interestadio Würm II/III y el final de la última glaciación, Würm IV o tardiglaciar.

Las culturas de transición del paleo. medio y de inicios del superior tienen lugar en aquel período intermedio entre las oscilaciones Würm II y Würm III. Avanzado el chatelperroniense, se advierten ya las condiciones de inestabilidad climática que de los templado o cálido de su óptimo llegan a los frío y húmedo con que concluye el interestadio. En el Würm III tiene lugar el desarrollo del auriñaciense y del gravetiense: algunas oscilaciones atemperadas se intercalan en ese ambiente normalmente extremado en frío y en sequía (como es el perigordiense sup., o gravetiense, francocantábrico). El final del Würm III y el desarrollo del WürmIII/IV (o interestadial de Laugerie) coinciden con la génesis y mayor expansión del solutrense, cuyo final entra ya en el inicio del Würm IV. En este tardiglaciar, con fases muy frías y bastantes secas (Dryas I, II y III) y oscilaciones “breves“ que las individualizan, se produce el paso del solutrense al magdaleniense y el desarrollo total de esta cultura. A partir de la oscilación de Alleröd (c. 10000 a 9500 a. C.) se aprecian síntomas del cambio cultural aziliense que mil años más tarde, al acabar el tardiglaciar, supone el asentamiento pleno del epipaleolítico (mesolítico).

Los cambios climáticos y las secuencias culturales

Respecto de la secuencia histórico-cultural del paleo. sup. de la Pen. responde en líneas generales a la de la Europa occ. Se puede observar la existencia de 3 grandes momentos culturales. El 1º se refiere a los comienzos, durante el cual se introducen en la Pen. nuevas técnicas y nuevos instrumentos. Chatelperronense, Auriñacense y Gravetense constituyen las 3 etapas iniciales, cuyas aportaciones + imps. están estrechamente relacionadas con la mejora de las caza. Así, la técnica del borde rebajado sobre hojas o láminas de sílex, que tiende a producir las puntas-cuchillo de Chatelperrón o las de borde rebajado recto de La Gravette, así como los nuevos tipos de la industria del hueso, que adquiere gran auge durante el Auriñacense, durante el que se crean distintos tipos óseos que fijan las distintas fases de esta cultura. Durante estos tiempos hacen su aparición las 1ª manifestaciones artísticas.

El 2º momento se caracteriza por una fuerte reacción cultural, tanto en la Pen. como en el SO. y Mediodía francés, contra las gentes del borde rebajado, reacción representada por el Solutrense, que reintroduce, cambiada en técnica y tipología, la talla bifacial e introduce un nuevo retoque, de tipo plano, lamelar e invadiente, al tiempo que multiplica los tipos de armas agresivas propias del cazador, produciendo nuevas formas y dando una nueva orientación a la industria del hueso creando otros tipos de azagaya e inventando la aguja y el protoarpón.

El 3º y último momento está representado por el Magdalenense, que se caracteriza por el gran desarrollo de la industria ósea y la diversificación de sus tipos (azagayas, bastones perforados, arpones, propulsores, etc.) y por la vuelta al retoque abrupto o de borde rebajado, de tradición gravetense, que técnicamente se perfecciona y hace posible la fabricación de un nuevo instrumento microlítico, bien de tipo laminar, bien geométrico, que + tarde formará el complejo industrial de los pueblos epipaleolíticos.

El arte, cuya aparición hemos señalado durante el primer momento se desarrolla en los 2 posteriores alcanzando cotas de gran perfección con la tendencia a la figs. escorzadas, a los detalles anatómicos y a las reps. simbólicas, ya que sirve de elemento de expresión al mundo de las creencias religiosas, de las que forman parte también los rituales funerarios que en algunas etapas alcanzan una gran complicación.

Restos humanos

Algunos antropólogos piensan que una de las ramas de los anteneandertales europeos evolucionaría tanto hacía los neandertales como hacia los tipos de Homo sapiens modernos; otros creen que la evolución de los anteneandertales continentales abocaría en los neandertales clásicos, pero que los H. Sapiens sapiens del paleo. sup. llegan de fuera de Europa, ya consolidados en su entidad formal propia.

Hay dif. marcadas entre las distintas formas del Homo sapiens sapiens; se les puede agrupar en 2 variantes o tipos globales. El tipo de Combe Capelle parece ser + antiguo en su aparición aunque su expansión máxima se produce prácticamente al mismo tiempo que las restantes formas de H. s. sapiens. Mientras que los del tipo de Cro-Magnon habrían heredado, y + directamente por mestizaje, ciertos rasgos cráneo-faciales de los neandertales clásicos: son individuos de estatura elevada (entre 1’70 y 1’85 m) y cráneo dolicocéfalo. Dentro de esos 2 tipos generales se definan variantes como los negroides de Grimaldi y los esquimoides de Chancelade, los cromañoides orientales o los norteafricanos.

El holotipo de Cro-Magnon se descubrió en 1868 en ese abrigo rocoso (en la Dordoña francesa) y a tal modelo se suelen referir casi todos los restos no muy completos hallados hasta ahora en la Pen. Ib.

En la región cantábrica los restos de + entidad han sido hallados en las cuevas de La Paloma (dientes y trozos de mandíbulas infantiles) y Tito Bustillo (un par de dientes en el yacimiento y algunos restos cementados en estalagmita) en Asturias, Peña del Mazo, Pendo, Cobalejos, Santián, La Pasiega, La Chora y Rascaño en Cantabria, Erralla en Guipúzcoa, Ojo Guareña en Burgos y Berroberría-Alkerdi en Navarra.

En la Cueva del Castillo (Cantabria) se hallaron restos craneales de un niño de 5 años en el auriñaciense y 2 trozos grandes de calotas trabajadas, según la opinión de H. Breuil y H. Obermaier, como “cráneos-copas” (de hombre y de mujer) y otros restos en el magdaleniense inf. Quienes excavaron en los años 60 la cueva Morín (Cantabria) describieron la existencia, dentro del nivel auriñaciense arcaico, de 2 sepulturas en fosa donde no se conservaban los huesos pero sí las improntas y huellas de cuerpos humanos y de diversos animales.

Otros restos óseos se han ido recogiendo en excavaciones de la zona mediterránea pen.: como los de las cuevas de Reclau Viver y Bora Gran d’En Carreras en Girona, Barranc Blanc y Mallaetes en Valencia, Beneito en Alicante, Nerja, La Pileta y el Tesoro en Málaga, etc. En la cueva del Parpalló (Valencia) se encontraron algunos restos fragmentados (de fémur juvenil, de mandíbula y algunos molares) y un cráneo completo de mujer joven (16 a 18 años, con rasgos mediterranoides) cuyo nivel de procedencia se data entre los 20490 y los 18080 años a. C.

Hay citas de hallazgos de Portugal procedentes de contextos arqueológicos que habría que definir con mayor seguridad: cráneos de la cueva N. Senhora da Luz I (Rio Maior) y restos diversos de Evora Monte (Alentejo), Correio-Mor (Loures)… En una fisura cárstica, con restos de fauna de carácter würmiense, de la cantera de Salemas (Loures) se recogieron varias piezas óseas del esqueleto de un joven de unos 14 años.

Modos de vida y de subsistencia

L. Pericot ha calculado la pob. aprox. de toda la Penín. Ib. en un momento de máximo “apogeo” del paleo. sup. en unas 30.000 personas. Contando los niveles de ocupación de los yacimientos penin. se advierte que los correspondientes al auriñacoperigordiense casi son duplicados en nº por los del solutrense y se triplican en el magda.

En el paleo. sup. de Europa occ. es fuerte la tendencia a ocupar cuevas o abrigos de la franja próxima al litoral o, cuando se trata de regiones interiores de un país, a no sobrepasar como techo las cotas de los 500 m de alt. Las variaciones climáticas del Würm III y IV produjeron cambios en la composición de la pob. animal y en la cobertura vegetal de los sitios. La migración (durante largas temporadas o en “estaciones” del año), la especialización o el cambio de actividades preferentes fueron las respuestas de los grupos humanos a las variaciones del paisaje, dedicándose a una amplia gama de sist. de explotación (acopio de materias primas, caza, recolección, pesca y marisqueo) en paisajes diversos, potencialmente muy rentables. Los movs. de pob. facilitaron en el paleo. sup. la transmisión de modas, usos y técnicas. La etnografía ofrece múltiples refs. a la tendencia de los pueblos cazad./recolectores a reunirse temporalmente en algunos lugares de designación tradicional. Allí acuden grupos familiares o tribales para intercambiar sus bienes, comunicarse información, celebrar ceremonias de carácter común, escoger esposas, etc.

Por lo común, el hábitat prolongado se centraba en la embocadura y en la zona vestibular de las cuevas; allí donde llegaba la influencia de la insolación (como fuente de calor y luz), pero a la vez se conseguía suficiente protección contra el mal tiempo. Los establecimientos de mayor entidad ocupan cuevas amplias que dominan parajes de recursos diversificados y se orientan preferentemente hacia el sur en zonas de media ladera (Castillo, Pendo, Parpalló, etc.) Mientras que los yacimientos de función especializada y de ocupación estacional pueden estar en cavidades incómodas, pero siempre cerca de donde abundan los recursos concretos que se han de explotar. Los hallazgos de paleo. sup. al aire libre parecen corresponder a sitios de taller allí mismo donde aflora el sílex (Kurtzia, Murgarduia). Areas de uso específico se han identificado en algunas cuevas ocupadas en el paleo. sup, con un acondicionamiento intencionado del espacio que se excavó, alisó o resguardó con bloques. Ello responde a necesidades de carácter doméstico (como hogares, basureros, carnicería), otras son de índole “industrial” (taller) o “ritual” y simbólico (“pozos de ofrendas”, “tesoros”, enterramientos, etc.).

En cuanto al aprovisionamiento, la pob. animal era entonces abundante y muy variada: suficiente para las necesidades de los cazadores del paleo. sup. En el magda. cantábrico hay una especialización generalizada de la caza tanto en las especies preferidas (el ciervo) como en la selección de las partes (cabeza y patas), que son llevadas al lugar de campamento habitual abandonando en el sitio de cacería y descuartizado el resto de la pieza. En los yacimientos del frente mediterráneo hay una caza mayoritaria de ciervos, cabras monteses y conejos. Aparte de los ungulados de talla media se encuentran excepcionalmente y en los 2 1os. tercios del paleo. sup., restos de caza de mamíferos de gran tamaño, como rinocerontes (Lezetxiki, Castillo) o mamuts (Morín, l’Arbreda).

Según las especies a cazar son el equipamiento y estrategia requeridos: el acecho, persecución ojeo y conducción de las manadas hacia sitios trampas (despeñaderos y accidentes del relieve). A partir del solutrense avanzado la explotación del litoral en playas y estuarios y de los ríos comienza a intensificarse, convirtiéndose en actividad bastante imp. en la 2ª ½ del magda. y en el epipaleo./mesolítico. En el magda., la pesca se practicaba desde la orilla (arponeando, acechando, apedreando o cogiéndolos con las manos los peces, etc…).
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El Paleolítico Superior Inicial

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La transición del Paleolítico Medio al Superior

Avanzado el interestadio Würm II/III (Hengelö), coinciden en algunas zonas de Europa el último desarrollo del musteriense con el teórico inicio del paleo. sup., en las formas del perigordiense + antiguo (“cultura de Châtelperron”). Ese amplio período puede remontar a unos 40.000 años y se desarrolla durante varios milenios, con especial caracterización entre aprox. los años 35000 y 31000 a. C.

Hay indicios suficientes de continuidad en los tipos y técnicas de los utensilios, en la ocupación de los sitios y hasta en la tipología antropológica para calificar a esta etapa como de transición entre el paleo. medio y el sup. No siempre ha sido fácil individualizar el chatelperroniense ni aquel musteriense terminal: lo que explica el diagnóstico ambiguo que caracterizó algunas excavaciones de la 1ª mitad de este siglo.

En el equipamiento de los chatelperronienses, abundan los utensilios de sustrato (raederas y puntas musterienses, denticulados, muescas, etc.; empleo frecuente de lascas tipo levallois), a la vez que se marca un proceso de evolución en el aumento de la proporción de soportes más esbeltos (lascas laminares y láminas) y de algunas categorías de tipos (buriles y raspadores, que dominarán, luego, en las listas del paleo. sup. + avanzado). Se desarrollan en especial instrumentos trabajados mediante retoques abruptos que eliminan unos de los filos de la lasca o lámina soporte abatiéndolo: son los característicos (cuchillos) y puntas “de Châtelperron”.

Se ha demostrado que algunas poblaciones neandertalenses sobrevivieron en el chatelperroniense, antes de ceder definitivamente ante el desarrollo del Homo sapiens sapiens. También se detectan caracteres ancestrales en las pob. de tipo “moderno” del complejo auriñaco-gravetiense, suscitando complejas cuestiones de relación genética o de derivación entre ambos grupos durante este período de transición cultural.

El Chatelperronense no llegó a penetrar en profundidad en la Pen., ya que sólo se ha señalado su presencia, en la región cantábrica, aunque también se citan algunos restos en la zona N. de Catalunya.

El yacimiento con el nivel + antiguo de Chatelperronense es Cueva Morín en Santander, en la que se encontró una industria en avanzado estado de desarrollo, unida a restos “musterienses” de raederas, escotaduras y denticulados, entre las que aparecen las típicas hoja-cuchillo de Chatelperrón, de borda curvado y rebajado, además de hojas de borde rebajado, raspadores bajos, buriles diedros y algún perforador. La escasa fauna era un conj. banal de bóvidos, ciervos y caballos, mientras que el polen evidenciaba unas condiciones esteparias con gramíneas y un bosque de avellanos y alisos. En la cueva de El Pendo se han encontrado restos semejantes. En el País Vasco, en la cueva de Santimamiñe, se supuso la existencia de elementos chatelperronenses, que podrían ser perduraciones dentro del nivel auriñacense de la misma cueva.

En Cataluña se ha señalado la presencia de puntas-cuchillo de Chatelperron en Abric Agut y en el Reclau Viver (Girona), que posiblemente habrá que considerar como perduraciones dentro del Auriñacense.

La no progresión de esta etapa hacia el S. de la Pen. viene a demostrar la presencia e imp. del complejo musteriense en la misma, y al mismo tiempo la limitada fuerza expansiva de esta nueva cultura.

Características y procesos

El auriñacense propio dura unos 3.500 años (c. 31000-300000 a 27000 a. C.) y el auriñaciense propio avanzado + el gravetiense (perigordiense sup.) y el protomagdaleniense cerca de 8.000 (c. 27000 a 19000 a. C.).

En el auriñaciense propio abundan las piezas líticas elaboradas sobre láminas largas y gruesas (a veces son lascas), resultando frecuentes los raspadores altos o carenados, los buriles busqués, las láminas con los lados o retocados en continuo o estranguladas, etc. El utillaje óseo muestra la aparición de diversos tipos de azagayas, cuya evolución ha servido precisamente para concretar la evolución interna del auriñaciense en fases. Las azagayas del auriñacense típico antiguo suelen tener su sección aplanada y su base preparada con una hendidura a lo ancho; luego se va produciendo su sustitución por otras de formas + gruesas o macizas (de sección ovalada en el auriñaciense “III”, o circular en el “IV”) y tendiendo a una especialización de la estructura de sus bases (son aguzadas en las fases medias, “III” y “IV” y ya biseladas en las avanzadas, “IV” y “V”).

En el gravetiense (perigordiense sup.) destacan la abundancia de las piezas laminares de dorso (entre ellas muchas apuntadas, de proporción muy alargada, del tipo de la “punta de La Gravette”), lo característico de algunos buriles laterales sobre truncadura (dobles o múltiples, como el “buril de Noailles”) y la relativa escasez de aquellos raspadores espesos tan propios del phylum auriñaciense. El repertorio de industrias óseas del gravetiense destaca por la frecuencia de decoraciones en series de trazos cortos regulares (“marcas de caza”) y hasta por algún fósil director específico (como la llamada “azagaya” o “puñal isturitzense”).

Con este perigordiense sup. se produce la llamativa expansión del primer arte figurativo conocido en la historia de la humanidad.

Dispersión

El litoral cantábrico y el Pirineo occidental :

La excavación de las cuevas de Pendo y Morín proporcionó un modelo de la sucesión de los niveles de ambas líneas –auriñaciense y perigordiense- en el poblamiento del N. de la Pen Ib. Las excavaciones actuales de La Viña están dando el mejor referente estratificado con el que los datos de Morín y Pendo habrán de ser contrastados. La densa ocupación del abrigo de La Viña se sucedió (sobre un depósito del musteriense, nivel XIV) en el auriñaciense (niveles XIII –típico antiguo-, XII y XI) y gravetiense (niveles X, IX –noaillense- y VIII –final-) bajo el solutrense. Por otra parte, la investigación hace muy poco de la cueva de Labeko (Guipúzcoa) ha mostrado depósitos (con industrias discretas de chatelperroniense, protoauriñaciense y auriñaciense antiguo) que reproducen la secuencia muy bien definida en la cueva nordpirenaica de Gatzarria.

El perigordiense inf. (chatelperroniense) está presente en Morín y Pendo, donde se da también el inmediato auriñaciense arcaico.

El auriñaciense propio (típico y evolucionado) aparece en bastantes sitios de la zona, como El Cierro, La Viña, cueva del Conde, Arnero, Morín, Pendo, Castillo, Hornos de la Peña, Otero y probablemente Santimamiña y Lumentxa.

El auriñaciense típico se desarrolla en condiciones frías y secas, que dificulta en los primeros momentos la expansión del bosque, y que hacia su etapa media se recupera para más tarde dar paso al dominio de las herbáceas, hacia el final. La fauna es pobre (gran bóvido, ciervo, corzo, caballo), abundando algo +, en su momento, los tipos de fauna de bosque. Se ha atribuido el momento frío del Würm III. En el auriñaciense evolucionado aumento el bosque por las condiciones relativamente templadas, así como los animales, en especial los de tipo alpino (cabra y rebeco), junto con grandes bóvidos y caballos, ciervos y algún carnicero. Todo ello permite suponer que debió de iniciarse dentro de los tiempos de la “Oscilación de Arcy” e incluso alcanzar algún yacimiento a los tiempos de la “Oscilación de Laugerie”.

El perigordiense sup. (gravetiense) está bien caracterizado en Cueto de la Mina, Pendo, Castillo, Morín, Bolinkoa, Amalda y Aiztbitarte III, con el repertorio habitual de buriles de Noailles, puntas de La Gravette e instrumentos de hueso o asta con marcas cortas “de caza”. Sendas azagayas isturitzenses (puntas o “puñales” gruesos de asta, con sección aplanada y abundantes marcas perpendiculares en la zona de base) han aparecido en 3 yacimientos vascos: Bolinkoba, Aitzbitarte III y Kobalde. La cueva Oscura de Ania (en Asturias) y Lezetxiki probablemente fueron ocupados en esta misma época, así como el sitio de taller de Mugarduia en el altiplano de Urbasa.

Un perigordiense avanzado (o gravetiense final, como en Amalda o en La Viña) y un auriñaciense final (acaso en los niveles IV y III del Pendo), muy poco frecuentes, concluyen el desarrollo del complejo periodo.

Estas dos fases del Gravetense cantábrico caracterizan 2 momentos sucesivos que transcurren dentro de condiciones climáticas distintas. La fase inf., A, se desarrolló bajo condiciones frías, durante las cuales adquirieron gran imp. las formaciones herbáceas en detrimento del bosque, mientras que en la fase B, o sup., éste adquiere un mayor desarrollo (pino, enebros, alisos, abedules, robles y olmos) en relación con un clima + templado. En la fauna se observa el dominio del ciervo; el corzo disminuye en la fase B y aparece el mamut (Morín y Cueto de la Mina), que señala la presencia de amplios espacios deforestados de tipo tundra.

Parece que, en general, el auriñaciense propio habría arraigado + en las partes occ. Y central de la región (Asturias y Cantabria), mientras que el gravetiense se muestra mejor representado en Vizcaya y Guipúzcoa, acaso en relación con yacimientos muy imps. de la vertiente septentrional del Pirineo vasco.

El Pirineo Oriental, el Levante y el Sur :

Las referencias + seguras al chatelperroniense o al auriñaciense arcaico se hallaron en la región catalana de Serinyà: nivel A de Reclau Viver y bastante probablemente l’Arbreda. Hay niveles de transición inmediata sobre el musteriense en algunos yacimientos andaluces.

El inicio mismo del Würm III ofrece en la estratigrafía de Mallaetes signos de gelifracción atribuidos a una situación climática fría y relativamente húmeda; inmediatamente encima se identifica un nivel arqueo. De ocupación en el auriñaciense típico, en condiciones atemperadas de una pulsación (episodio de Arcy).

El auriñaciense típico aparece disperso por todo el frente mediterráneo, desde Cataluña al Levante y Andalucía.

El perigordiense sup. (gravetiense) aparece con frecuencia, correctamente definido en estratigrafía sobre el auriñaciense típico en Mallaetes, Reclau Viver y l’Arbreda, y bien individualizado por sus fósiles característicos en todo el ámbito considerado.

Mientras que el estadio terminal (un gravetiense evolucionado) se data en Roc de la Melca en 18950 + 400 a. C. y en l’Arbreda en 18180 + 220, existiendo también esa situación cultural en el nivel D de Reclau Viver, en cueva Beneito y en el depósito de los 8,25 a los 7,25 m del Parpalló.

La fauna dominante durante el gravetense en esta zona estuvo integrada por cabras y toros, como elementos dominantes, seguidos por conejos, caballos y ciervos, lo que señala un paisaje de tipo mediterráneo con bosque no muy abundante y grandes herbazales, revelando la presencia de la cabra unas condiciones climáticas poco húmedas y templadas.

Interior peninsular:

Excepcionalmente, se ha señalado la presencia de elementos gravetenses en las terrazas del valle del Manzanares (Madrid) y en la cueva de Salemas (Alemtejo, Portugal). En la cuenca del Ebro se atribuyen al gravetiense (probablemente) el denso depósito de taller de Mugarduia sur. En la Meseta se atribuyen al gravetiense indicios de la cueva de La Blanca y del abrigo de la Aceña.
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El Paleolítico Superior Medio

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Los origenes del Solutrense

El problema de la filiación técnica del Solutrense de la Pen. Y del Solutrense en general ha estado siempre vinculado a la relación con otras áreas de cultura donde aparezcan puntas de retoque invasor y bifacial. De esta forma, no es extraño que se le hayan atribuido dif. posibles orígenes
  1. Hipótesis africanista.- (Pérez de Barradas) A raíz de los descubrimientos de un posible Solutrense en el río Manzanares (Madrid), y su posible semejanza con algunas piezas del Sbaikiense del N. de África. Más tarde la misma teoría fue recordada por Pericot como consecuencia de la semejanza entre puntas de pedúnculo de la cueva de El Parpalló con las típicas puntas aterienses. Sin embargo esta postura tropieza con las cronologías relativamente cortas del Ateriense de Marruecos.
  2. Hipótesis del origen centroeuropeo.- Parte de los trabajos realizados desde principios de siglo en la zona de Szeleta, permitieron identificar la cultura Szeletiense. Estas industrias constituyen algo así como la transición del Paleo. medio al sup. en la zona, y tienen como fósil director una punta de retoque invasor, a veces bifacial que recuerda la tecnología Solutrense. Las relaciones entre el Szeletiense y el Solutrense tropiezan con 2 problemas fundamentales: a) Desde el Ródano hasta la zona de dispersión Solutrense no existe ningún tipo de hallazgo que pueda jugar un papel de puente. b) Las fechas recientemente obtenidas para el Szeletiense, de acuerdo con el método del C-14, son extremadamente antiguas para poder llegar hasta el Solutrense.
  3. Posible origen autóctono a partir del Gravetiense.- Otros prehistoriadores piensan que procede de una evolución in situ de las industrias inmediatamente anteriores, concretamente del Gravetiense final. De hecho, las puntas pedunculadas tipo Font-Robert, presentan a veces un incipiente retoque invasor. Esta psotura admite 2 matices: o bien que todo el Gravetiense franco-cantábrico evoluciona progresivamente hasta el Solutrense o bien que estas industrias se originen en un punto concreto de esta área y de ahí se difunda hacia el resto. Esta es la idea defendida especialmente por Peyrony: el Solutrense tendría su origen en la región del Gard y de allí pasaría a L’Ardeche, Perigord y la Pen. Ib.
Su sistematización

El Solutrense dura cerca de 4.000 años (c. 19000 a 15000 a. C.) y se circunscribe al SO. Europeo. Autóctono o no del O. de Europa, con un solo foco originario o con varios, el solutrense parece derivar del perigordiense sup., pese a la aparente novedad de sus fósiles directores, cuya inspiración se ha buscado en parajes y ámbitos culturales demasiado remotos.

Lo más característico de esta cultura son diversos tipos de puntas realizadas mediante un retoque plano a presión (rasante u oblicuo) de largos levantamientos en peladura, que invade parcialmente o cubre por completo una o las dos caras de la lámina. Las piezas así obtenidas adoptan formas esbeltas de notable simetría a un lado y otro de su eje longitudinal y son de sección fina. Se han distinguido, entre otras, como más frecuentes las puntas de cara plana, en “hoja de sauce”, en “hoja de laurel”, rómbicas, de base en muesca, de base cóncava y de pedúndulo y aletas.

El resto del equipamiento en piedra de las gentes solutrenses mantiene los grupos tipológicos comunes al desarrollo de todo el paleo. sup. Lo mismo puede afirmarse de su utillaje en asta y en hueso.

El modelo cultural de ref. ofrece en Francia una subdivisión del solutrense en 3 etapas propias (I,II y III) precedidas por un protosolutrense, caracterizadas por la evolución de las formas de puntas de retoque plano. Esa sucesión en 3 etapas no coincide con la apreciada en el solutrense pen. En la región cantábrica no se llegan a percibir ni el protosolutrense ni el solutrense inf. De Dordogne; habría una equivalencia aquí con el solutrense medio del modelo francés y una presencia densa y acaso prolongada del estadio sup. que se prolonga con otro +, “final”, a costa del desarrollo teórico del comienzo del magdaleniense del otro lado del Pirineo. Tampoco encajan los aparentes desfases del solutrense del área levantina en el modelo aquitano, pues en nuestra franja mediterránea se distinguen un estadio inf. propio (A), otro medio o pleno (B) y otro avanzado (C), en el que se da el también llamado “solútreo-gravetiense”, que ha de prolongarse luego durante los 3 primeros milenios del contemporáneo magdaleniense de Dordogne.

Dispersión y características regionales

El litoral cantábrico y el Pirineo occidental :

En su estudio de conj. sobre el solutrense cantábrico advirtió L. G. Straus un equipamiento en instrumentos líticos bastante constante en todo su transcurso. En este territorio que estudiamos resulta propio un ajuar similar al que caracteriza al estadio “sup.” del solutrense de Dordogne (con puntas de muesca en la base, por ej.), acompañado de otros elementos de tradición presuntamente anterior (como del estadio “medio”: puntas de cara plana, en hoja de sauce y en hoja de laurel) y de tipos originales cantábricos (puntas de base cóncava o azagayas de asta con bisel central), observándose su evolución/perduración hacia un horizonte solutrense “final”, no identificado al N. del Pirineo.

Los niveles de ocupación solutrense + interesantes en el territorio cantábrico están en las cuevas de la Peña de Candamo, Cova Rosa, La Riera, Balmori, Las Caldas, Llonín, Cueto de la Mina y La Viña en Asturias, de Chufín, Altamira, Castillo, Pasiega, Camargo, Hornos de la Peña, Salitre y Morín en Cantabria, de Santimamiñe, Bolinkoba y acaso Atxeta en Vizcaya, de Ermittia y Aitzbitarte IV en Guipúzcoa, y de Coscobilo y Abauntz en Navarra.

La Riera y Las Caldas han proporcionado series imps. de dataciones C14 del solutrense. En Las Caldas se perfila una evolución estratigráfica y tipológica del solutrense “medio” al final.

Tipológicamente, el solutrense de La Riera discurre, con bastante probabilidad, en paralelo a la secuencia de los niveles X a III de Las Caldas. Pero las dataciones del solutrense sup. de La Riera resultan notablemente + antiguas que las del otro yacimiento.

En el solutrense cantábrio cambian las condiciones ambientales del interestadio Würm III/Würm IV (que contiene algún episodio frío) al inicio del Würm IV. Diversos síntomas de frío se han deducido de características sedimentológicas, de fauna o de esporas y pólenes en niveles solutrenses de Aitzbitarte IV (reno), Cueto de la Mina (mamut), Morín, La Riera y Las Cladas y también los propios de la atemperación interestadial (en La Riera y Las Caldas).

Se han advertido semejanzas entre varias estaciones solutrenses próximas.

El Pirineo oriental, el Levante y el Sur:

Se ha señalado que la línea del Ebro diferencia 2 modelos distintos del solutrense de la zona: + simplificado en Cataluña (Reclau Viver, Cau de les Goges, l’Arbreda, Davant Pau, etc.) y de ref. inmediata al cuadro francés, y mucho + denso en subdivisiones de etapas y rico en utensilios característicos en la región valenciana (con Parpalló y Mallaetes como puntos de atención obligada que permiten articular un correcto esquema de evolución), y así se suele aceptar como solutrense ibérico.

El solutrense inf. ibérico se produjo en un ambiente climático muy riguroso de frío y sequía en el nivel VI de Mallaetes; también se halla en los depósitos de 7’25 a 6’25 m. del Parpalló y en Los Tollos.

Como solutrense medio ibérico se clasifica el presente en el nivel V de Mallaetes, situado –por su clima templado y húmedo- en el episodio de Laugerie (del Würm III/IV, por tanto); a esa atribución cultural se aproxima el efectivo arqueológico encontrado en el depósito de 6’25 a 5’25 m. del Parpalló, en los niveles VI y V de la cueva de Barranc Blanc y en Reclau Viver.

El solutrense avanzado I (= solutrense sup.), con mayor proporción de puntas de pedúnculo y aletas que de puntas de muesca, está presente en el depósito de los 5’25 a 4’75 m. del Parpalló y en niveles de l’Arbreda, de otros sitios de la comarca de Serinyà, de Barranc Blanc (nivel IV) y de Beneito.

Los 2 sitios andaluces + imps. en esta época son la cueva Ambrosio, que ofrece en la mitad de su utillaje lítico los tipos característicos del solutrense (hojas de laurel, puntas de pedúnculo, aletas y puntas de muesca) en 2 niveles, y la cueva de Nerja.

Interior peninsular:

En el valle del Manzanares (Madrid), se descubrieron algunos yacimientos atribuidos al solutrense. Puntas de laurel, biapuntadas y de base convexa y algunos tipos de forma romboidal fueron los instrumentos fundamentalmente recogidos, aunque en algún yacimiento, como El Sotillo, proporcionó también instrumentos laminares de borde rebajado y de hojas simplemente retocadas.
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El Paleolítico Superior Final

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El Magdaleniense en la Península Ibérica. Periodización

Los últimos 6 milenios (c. 15000 a 9000 u 8500 a. C.) del paleo. sup. ofrecen un aspecto de máximo desarrollo cultural, de creación artística y de densidad de ocupación durante el desarrollo del magdaleniense (epigravetiense en el área levantina) que concluye prolongándose en el aziliense (dentro ya del epipaleo. en sentido estricto).

El magda. fue la 1ª de las culturas del paleo. que individualizaron los pioneros de la prehistoria francesa. En 1913 propuso H. Breuil su subdivisión fundamental en 6 estadios, a partir de la evolución que se advertiría en algunos yacimientos de Dordogne, considerando algunas formas de azagayas como fósiles directores para decidir la periodización de la 1ª mitad del magda. (estadios I a III) y las de arpones para la 2ª (IV a VI). Según Breuil, en el magda. renacerían con fuerza las técnicas antiguas del auriñaciense y del perigordiense, tras el “paréntesis” del solutrense foráneo.

La adaptación de ese esquema de ref. a otras áreas de Europa, y obviamente a la Pen. Ib. no es fácil. Aquel cuadro prolijo se puede reducir en nuestro territorio a una 1ª etapa del magdaleniense arcaico (estadios I y II de Breuil) y otra del magdaleniense propio (III, IV, V y VI), que “forma un conjunto relativamente homogéneo de industrias con laminitas de dorso generalmente espesas” (G. Laplace), en 2 etapas, sin (magda. inf.: III) y con arpones de asta (magda. medio, sup. y final: IV, V y VI).

Está cundiendo el escepticismo sobre el excesivo valor atribuido a algunos fósiles característicos para definir variantes regionales o los procesos de evolución interna de la cultura magdaleniense. Acaso deba, pues, tenerse en cuenta sólo lo más genérico de ese período: “la riqueza de su utillaje en hueso y en asta de cérvidos y la abundancia de sus obras de arte” (Breuil) y un uso no discriminado en el tiempo, aunque sí en las funciones diversificadas, de un equipamiento lítico prácticamente común a todo el desarrollo de la etapa.

A este período pertenecen los “santuarios” del arte rupestre + atractivos de cuantos se conocen en el paleo. sup. del SO de Europa y la mayoría de las manifestaciones del arte portátil. En la 2ª mitad del magda. se consolidan unas concretas convenciones figurativas de los temas animales que, por vía de simplificación y de relativa abstracción, asegurarán un alto grado de fidelidad y realismo a esas representaciones de la fauna contemporánea.

En el frente mediterráneo español el proceso de microlitización del utillaje de dorso de inspiración gravetiense se expresa con fuerza en el solutrense avanzado. De modo que en este extenso territorio se produce una situación cultural peculiar, el “solútreo-gravetiense” o “epigravetiense”, que se desarrolla en el tiempo paralelamente al transcurso del solutrense final y del magda. inf. del frente cantábrico, durante unos 3 mil años. De ese modo, el magdaleniense levantino (o “ibérico”) respondería con relativa mayor precisicón al modelo aquitano-cantábrico de ref. sólo en su 2ª gran parte, la del magda. con arpones.

Caracterización regional

El litoral cantábrico y el Pirineo occidental :

En el depósito de la cueva del Rascaño se da la ref. por ahora + completa de su evolución cultural en etapas: Un magdaleniense arcaico en el nivel V; un magda. inf. en el IV; un magda. inf. avanzado (mejor que magda. medio) en el nivel III; un magda. final en los niveles II3 y II1; un aziliense en el nivel I.

Dos grandes bloques se deben reconocer en el magdaleniense cantábrico: sin arpones (arcaico e inf.) y con ellos (medio, superior y final). Se han advertido facies en el interior de aquellas etapas arcaica y antigua.

Según P. Utrilla, en el magda. arcaico hay una variante o facies tipo Rascaño nivel V y otra tipo Castillo nivel B inf.

Nosos. sitios de la región cantábrica han proporcionado evidencias atribuidas a la cultura del magda. inf. Unos se aproximan a la facies Juyo, otros a la facies del País Vasco. A fines del magda. inf. y en su transición al medio se han señalado en varios sitios de la región hundimientos parciales de los techos y zonas de embocadura de las cuevas.

Las condiciones de relativa bondad climática del magda. inf. debieron de empeorar en el medio, tal como se aprecia en el nivel C del Cueto de la Mina. Ha advertido G. Laplace que el estudio comparado de las series líticas del magdaleniense “con arpones” (medio, sup. y final) evidencia una llamativa homogeneidad de sus estructuras tecnomorfológicas a lo largo de 3 milenios. Las relativas variaciones en los índices de instrumentos se deben o a la fuerza de las modas (“facies”) regionales o a las perturbaciones que preceden a la próxima “mutación” aziliense, cuyo proceso ahora se incoa. La distinta composición de los restos de caza y la diversidad de emplazamientos y condiciones de los sitios que se ocupan sugieren que en la 2ª parte del magda. se dio una mayor movilidad de los grupos de población: los yacimientos se articulan en un común territorio de aprovisionamiento donde se practican tareas especializadas a lo largo de las estaciones del año.

Al magda. medio se atribuyen la imp. evidencia del depósito del abrigo de La Viña y niveles de La Paloma (nivel VI), Cueto de la Mina (C) y Ermittia, y acaso Lumentxa, El Cierro, niveles sups. (I y II) del Juyo, La Loja y el horizonte de transición entre los B y A del Castillo.

Al magda. sup. y final se ha referido una densa ocupación en el territorio cantábrico: destacan los niveles del Tito Bustillo, Cueto de la Mina, Pendo, Morín, Castillo o Aitzbitarte IV como de aquél, y los del Valle, Otero, Las Azules, Ekain, Urtiaga, Zatoya o Berroberría de éste. Las dataciones absolutas de ese proceso de terminación del magda. se agrupan a lo largo de unos 2 mil años, desde aproximadamente fines del undécimo milenio a fines del noveno a. C.

El Pirineo oriental, el Levante y el Sur :

Inmediatamente después del solu. sup. tradicional se desarrollan en el territorio oriental penin. 2 líneas industriales que se suceden: un epigravetiense (o “solútreo-gravetiense”) y un magda. algo avanzado y terminal. En contados lugares se observan los estadios iniciales del magda. del modelo francés de ref., tal como se aprecia en Parpalló.

El solutrense avanzado II (o solútreo-gravetiense I), con + puntas de muesca y menos de pedúnculo y aletas, está bien repres. En el nivel III de Mallaetes y en Ratlla del Bubo, nivel sup. de la cueva Ambrosio, Los Morceguillos, Cejo del Pantano y las cuevas del Serrón y Mortolitos.

El solutrense avanzado III (o solútreo-gravetiense II), con disminución de las puntas de muesca y aumento de las laminitas de dorso, en una etapa de clima frío y seco, tiene su mejor expresión en los horizontes de 4,75 a 4,25 y de 4,25 a 4 m. del Parpalló.

El magda. inicial mediterráneo se data en Parpalló en 11859+380 y probablemente en Matutano en 12010 a. C. En El Parco hay una sucesión de niveles desde el magda. medio y el magda. sup. a los del epipaleo. microlaminar y geométrico.

El magda. sup. meditarráneo, muy expandido y con arpones de asta de tipo clásico, ha sido fechado en la cueva Matutano entre 10440 y 10140 y en Bora Gran (con arpones de 2 hileras de dientes) en 9520+500 a. C. Se atribuye su presencia con alguna duda en Parpalló y en Verdelpino (Cuenca) y con seguridad en Les Cendres, Coma d’Infern, Sant Benet, Mallada, la cueva Tapada, Cartagena, Higuerón, Barranco de los Grajos, la cueva Victoria, Nerja, Hoyo de la Mina, etc.

La asociación en Les Cendres de arpones de asta con piezas líticas escalenas se constituye en rasgo de este tiempo común a todo el ámbito mediterráneo, de Girona a Málaga.

La secuencia estratigráfica de Tossal de la Roca se desarrolla desde un magda. “sup.” (nivel IV), datado en 13440, hasta un epipaleo. aziloide (nivel I) con fechas de 10530 y 10440 a. C.

Frente Atlántico y territorios interiores de la península:

En la región al norte de Lisboa, en un yacimiento al aire libre, en Casa da Moura, se recogió un escaso ajuar lítico, en el que los raspadores dominan sobre los buriles y entre éstos aparecen los diedros y los de truncadura, con algún perforador, hojitas con retoques, denticulados y un trapecio de lados curvos, a los que acompaña una industria ósea con una aguja, varios punzones sobre esquirla, alisadores y una posible varilla de sección semicircular. Ello señala un clima oceánico y dulce, bajo el que se desarrolló una fauna de ciervos, caballos, cabras y jabalíes.

En la Meseta Norte, la presencia de un yacimiento al aire libre, propio del magda. sup. en sus etapas finales, La Dehesa, cercano al Cerro del Barrueco (Salamanca), con imps. series líticas de hojitas de borde rebajado, buriles, raspadores, etc., aunque sin industria ósea, que evidencian una penetración del magda. final en la cuenca media del Duero, procedente sin duda del área cantábrica.
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El Arte Paleolítico -Parte 1-

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Características del arte rupestre

Entre las grandes aportaciones culturales del pale. sup. del Occ. europeo, figura en lugar muy destacado el arte. Sus más antiguas manifestaciones surgen con las 1as. fases de esta gran etapa, aunque se han señalado posibles restos de “grabados” sobre huesos en el Musteriense, de tradición achelense de la cueva de Morín. No obstante, es con el advenimiento del Homo sapiens de Cromagnon cuando se inicia el proceso de desarrollo de las manifestaciones artísticas, poderoso medio de expresión y representación gráfica, gracias al cual se nos han conservado parte de los aspectos –no materiales- de la vida del hombre prehistórico.

Cuando en 1879 D. Marcelino Sáez de Sautuola descubre el panel pintado de Altamira, las reacciones son mayoritariamente contrarias, tanto a nivel español como internacional. En España, Sautuola ve rechazado su descubrimiento por 2 organizaciones científicas relevantes: la Institución Libre de Enseñanza y la Real Sociedad Española de Hª Natural. Tampoco en el extranjero la existencia de un arte rupestre paleo. encaja demasiado bien en el marco de la Ciencia oficial que se pronuncia contra Sautuola en el II Congreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica. Sin embargo, en los últimos años del S. XIX, algunos hallazgos en cuevas francesas vienen a abrir paso a una aceptación definitiva (cueva de La Mouthe, pinturas de Marsoulas).

El reconocimiento de la autenticidad de las pinturas por parte de Cartailhac provocó un viaje del mismo a la cueva en 1902 y otro en 1903, junto con el joven H. Breuil. Este último sería el Papa indiscutible de los estudios de arte paleo. Los resultados de este viaje se vieron plasmados en varias publicaciones, que sin duda debemos considerar clásicas, y que de alguna manera representan el origen y modelo de todos los estudios de arte rupestre.

En ese complejo de manifestaciones plásticas se distinguen, por la entidad y dimensión de los soportes, un arte rupestre o parietal (desarrollado sobre paredes y techos de las cuevas) y otro portátil o mueble (sobre distintos utensilios o exento). El arte mueble parece representar un culto propio del individuo, el cual mediante las representaciones gráficas sacraliza sus instrumentos y demás útiles personales. Por otra, el arte rupestre, caracterizado por la ocupación de amplios espacios, responde más bien a las necesidades de un culto colectivo, mediante el cual el grupo humano queda identificado dentro de una determinada tradición religiosa.

La mayor parte de los cerca de 300 conjuntos rupestres hoy conocidos en la Prehistoria europea se concentra en un área reducida del SO de Europa: es el llamado conjunto (o “provincia”) franco-cantábrico (o hispano-aquitano) con los 3 núcleos fundamentales de la Dordoña (con cerca de 100 cuevas decoradas), del Pirineo francés (con unas 40) y de la cornisa cantábrica (con más de 80). Como pertenecientes a la “provincia mediterránea” están unos 40 sitios más, en el sur y SE de la Pen. Ib., el bajo Ródano y el sur de Italia. También existen sitios de arte rupestre dispersos por el resto de Francia y en el este de Europa.

La mayor parte de las manifestaciones rupestres se dan en el interior de las cuevas; como excepción hay algunos santuarios exteriores con figs. en zonas de embocadura y casi al aire libre, a donde llega la luz del día. Respecto a la situación interior o exterior de los santuarios en las cuevas, parece ser que los más antiguos de figs. grabadas con trazo profundo se encuentran situados en el exterior, a plena luz del día y grabados en las paredes del abrigo, mientras que las figs. rojas o las negras presentan sus santuarios en las galerías medias o finales del interior de la cueva.

Los frisos decorados están por lo común apartados de los sitios habitualmente ocupados en la habitación estable. Ese carácter aparentemente recóndito y exclusivo subraya su significado “religioso” o, al menos, no común. Las figs. pueden concentrarse en un espacio muy reducido, bien sea en cuevas pequeñas (cueva-sala), bien en cavidades mayores acumulándose al fondo de una galería o en una rotonda. En parajes estrechos y de largo recorrido (cueva-galería), los temas se pueden suceder en un complejo aparentemente unitario a uno y otro lado de ese pasillo o bien individualizarse en paneles de zonas concretas (recovecos, ensanchamientos o nichos). Algunos sitios pasarían por ser santuarios menores, con pocas figs. realizadas con técnica y estilo similares, sin duda de una sola vez (Venta Laperra, La Haza, La Loja o Alkerdi). En esta situación están los santuarios monotemáticos (de cabras, de caballos o signos), o con un tema francamente dominante como las improntas de manos en Maltravieso y Fuente del Salín o las cabras en El Bosque.

El total de santuarios exteriores penins. no supone sino 1/5 parte de los santuarios profundos. En su mayoría tienen grabados bien marcados con figs. de dimensiones medianas o pequeñas, a menudo de silueta angulosa (como de estilo antiguo), acumulándose a veces unas sobre otras en complicadas superposiciones. Destacan los conj. exteriores de Venta Laperra, Chufín, La Viña, Santo Adriano, La Lluera I, Hornos de la Peña, etc. En Fuente del Trucho y Atapuerca esas figs. de exterior están pintadas.

Un caso excepcional, por ahora, se está identificando en estos años 90: figs. grabadas (fundamentalmente de 2 tipos: piqueteadas y de línea seguida muy fina) de animales sobre grandes bloques al aire libre y en pajares abiertos. Al caso advertido hace algún tiempo de Domingo Garcia se añaden ahora los muy imps. conjuntos de la cuenca media/baja del Duero (cerca de la frontera entre España y Portugal).

La presencia de varios santuarios en una misma cueva, así como las superposiciones de figs. de diferente estilo y técnica permiten asegurar la mayor o menor antigüedad de las figs. de un santuario respecto de las de otro. En la Pen. son de gran interés las 5 superposiciones del Gran Techo de Altamira, las 3 de Llonín y, en menor grado, las de Castillo, La Pasiega, Les Pedroses y Candamo, que han posibilitado el establecer una secuencia estilística y cronológica que está de acuerdo con las etapas culturales señaladas para el Paleo. sup.

El arte mueble

Se considera arte mueble aquella representación figurativa o simbólica que aparece sobre un soporte lítico u óseo susceptible de ser transportado. Este soporte puede tener una finalidad utilitaria, como es el caso de los bastones perforados, propulsores, azagayas, arpones, etc.; o bien sobre objs. votivos, de adorno o de función desconocida. Los objs. de arte mueble pueden acompañar a sus autores en los desplazamientos y aparecen integrados en los niveles arqueo. de los hábitats.

La distribución del arte mueble presenta una dispersión por todo el continente europeo, extendiéndose hacia Siberia, pero no bajando hacia el P. Oriente. Esta dispersión se concentra mayormente en el paleo. sup. inicial, desde el 35.000 al 20.000, con agrupaciones en los valles del Danubio y del S. de la llanura ruso-ucraniana.

Paralelo en su desarrollo al del arte rupestre, sus representaciones obedecen a los mismos criterios artísticos, ofreciendo sus ejs. una mayor precisión cronológica, como consecuencia de estar encuadrados dentro de un conjunto instrumental con una fecha absoluta o relativa.

Las obras de arte mueble se han recogido en los niveles de ocupación de los yacimientos: obviamente, pues, en las zonas de entrada y vestíbulo de cuevas y abrigos. Esas representaciones tienen como soporte habitual instrumentos óseos o elementos no útiles (lajas y cantos de piedra, placas o tubos de hueso, etc.); menos frecuentes resultan otras obras de arte, de adosrno o exentas en bulto. En aquellos utensilios de uso precario suelen dominar las decoraciones no figuradas (diversas marcas). En los de uso menos habitual y en los soportes no útiles se dan temas realistas de minucioso tratamiento, a veces en agrupaciones complejas.

Las decoraciones, que parecen tener un significado ritual, ofrecen los 3 temas propios del arte paleo. –animal, ideomorfo y antropoformo-, bien por separado, bien yuxtapuestos.

El catálogo del arte mueble de la cornisa cantábrica ofrece una proporción mayoritariamente de soportes en asta de cérvido sobre los de hueso y de piedra; se aprecian una cierta densidad de arte portátil sobre piedra en los yacimientos vascos, destacando en Asturias los lotes de Paloma, Las Caldas, La Viña y Tito Bustillo. Al contrario, los grabados sobre placas de piedra dominan cualquier otro tipo de arte mueble en el área mediterránea: con el peso abrumador del irrepetido conjunto del Parpalló y las evidencias individuales de otros sitios (Bora Gran d’En Carreras, Sant Gregori, Matutano, Tossal de la Roca o Mallaetes.

De algunos yacimientos penin. procede una cantidad suficiente de piezas de arte mobiliar como para que sean considerados centros de producción especializada o acaso “santuarios” de ese arte portátil: así El Parpalló a lo largo de su secuencia dilatada de ocupación, El Pendo en el magda. avanzado, La Viña en el magda. medio y series concretas de La Paloma, Tito Bustillo o Las Caldas.

La mayor presencia de objs. de arte mueble se observa en los yacimientos del área cantábrica, que quizás pueda relacionarse con el mayor nº de santuarios rupestres de la misma. Pero la escasez de arte mueble en el resto de las áreas es debido, sin duda, al escaso desarrollo que en ellas alcanzó la industria ósea.

Área cantábrica.- Las 1as. muestras de arte mueble aparecen en el Auriñacense. Se trata de una serie de trazos dobles y paralelos, grabados sobre el bisel de una azagaya, y la cabeza de un toro y el resto del cuerpo, grabados a un lado y a otro de una placa ósea de Lumentxa. De la misma etapa es un contorno grabado, con traza profundo, de caballo, incompleto, de Hornos de la Peña.

Durante el Solutrense medio cantábrico se desarrolla el motivo de los trazos pareados (Las Caldas), además de algún reticulado simple y trazos curvos asociados. Sobre plaquitas óseas, rectangulares y con perforación, aparecen series de entalles y de trazos en los bordes (Las Caldas y Bolinkoba), posibles amuletos, que se continúan durante el Solu. sup. (Cueto de la Mina y Altamira), durante el cual también se desarrollan las series de trazos pareados, así como las asociaciones de haces lineales, formas angulares y alguna triangular o cuadrangular, aunque el mayor interés se centra en la presencia de una serie de omóplatos de cérvidos, con grabados con técnica estriada de cabezas de ciervas, que acentúan rasgos anatómicos y volúmenes de masas musculares.

En el Magda. inf. continúan las figs. grabadas con estriados, a los que se añaden contornos de trazo múltiple y amplían la fig. a otras partes del cuerpo animal, añadiéndose a las ciervas, otros animales, además de series lineales y algún aspa (Castillo, El Cierro, Rascaño). Los trazos pareados siguen estando presentes, así como los angulares y cuadrangulares, sobre azagayas, con divisiones internas (Altamira, El Juyo, El Cierro).

La decoración del Magda. sup. introduce una mayor complejidad en lo ornamental, que se manifiesta en la mayor abundancia de incisiones, estriados, surcos, etc., dispuestos de forma estereotipada (trazos dobles, simétricos, alternos, etc.) y creando otros motivos lineales. Especial interés tienen las representaciones de cabras en esquema frontal, que aparecen asociadas a trazos paralelos (Rascaño, Cueto de la Mina), a serpentiformes (Pendo, Paloma, Sofoxó), a caballo y peces (Valle), a reno (Urtiaga) y a caballo, ciervo, sarrio, toro y pisciformes (Torre), además de una cabra en visión lateral, asociada a series de trazos paralelos (Balmori), a los que también se une el caballo (Pendo), el cual también se representa junto a una cierva y ciervo con series de trazos paralelos (Pendo). El tema antropoformo reaparece durante esta etapa sobre una varilla de asta de Sofoxó,, con una fig. femenina.

La repre. animal en el arte mueble se centra casi exclusivamente en el Magda. y se limita al ciervo/a, caballo, cabra, toro, peces, reno y oso, faltando el bisonte, lo que resulta extraño e inexplicable, dada la importancia del mismo en muchos de los santuarios rupestres.

El Parpalló.- La cueva de El Parpalló, con sus miles de plaquetas grabadas y pintadas, es un excepcional y aislado “santuario” de arte mueble. En dichas plaquitas, de caliza, aparecen representados los 3 temas propios del Arte Paleo. Se puede suponer la existencia de un “santuario”, cuyas figs., en su mayoría, han sido realizadas dentro de un estilo y una técnica propios. Los ideomorfos del Parpalló aparecen dentro de una ordenada sucesión de tipos, de acuerdo con su posición estratigráfica, lo que permite observar los distintos cambios que se operaron en el simbolismo religioso del Parpalló a través de sus diversas etapas culturales. Su paralelismo con el área cantábrica es evidente.

Los ideomorfos más antiguos son los trazos lineales simples y las formas angulares, que son propias del Gravetense y que se continúan durante el Solutrense inf. Con el Solu. pleno o medio aparecen los haces rectilineales, los trazos pareados, ángulos, triángulos y rectángulos, así como los trazos curvilineales en arco y un excepcional laberintiforme, relleno de trazos pequeños, motivos que, en gran parte, se continúan durante el Solu. sup. –formas rectangulares, con o sin divisiones internas, reticulados, trazos paralelos-. Durante las 3 etapas del Parpallense los ideomorfos son casi inexistentes sobre plaquitas y sus motivos parecen haberse trasladado a la escasa industria ósea, en la que aparece el motivo sinusoide de 2, 4 y 5 líneas. Durante el Magda. medio la industria ósea ofrece series en aspa y algún motivo reticulado, mientras que sobre las plaquitas de caliza siguen los motivos sinusoides y algún serpentiforme. El Magda. sup. continúa el dominio de los reticulados y de los curvilíneos con los anteriores motivos, alos que se unen extrañas figs. en banda de doble línea, bien sinusoides, bien en forma de bolsa con estrecha y larga abertura.

Se pueden señalar en el Parpalló una 1ª fase, en la que dominan los motivos ideomorfos de tipo rectilineal, y otra 2ª con los de tipo curvilineal. En las placas se han podido definir los temas representados: cabras, ciervas/os, caballos y toros son los más frecuentes, resultando excepcionales el jabalí, el gamo, algunos carnívoros y diversos signos complejos.

Las técnicas de representación

En el cómputo general de figs. del arte rupestre europeo, las trazadas mediante el grabado o la pint. negra superan ampliamente a las ejecutadas en rojo y, desde luego, a las que se expresan en bulto o en policromía. Se revela un predominio del uso del rojo en las etapas antiguas (ciclo auriñacoperigordiense) y del negro en las recientes (ciclo magda.). incluso se piensa que la pint. y el grabado pudieron tener un significado complementario y hasta sustitutivo.

Con cierta reiteración se asocian en una misma fig. partes grabadas y pintadas, superponiéndose los trazos realizados de uno u otro modo, como en Altxerri o en Covaciella.

Los colorantes empleados habitualmente son tonos del rojo y ocre (desde el amarillo al marrón oscuro y violeta) y del negro. Se obtenían de óxidos de hierro y de manganeso, de tierras y de carbones. La pint. se aplicaba en seco con aquellos colores como lápices, o bien en pasta o líquido a base de algún aglutinante mezclado con el color en polvo.

La mayoría de las pints. del arte rupestre penin. son dibujos monocromos hechos de diversas maneras: con simple delineación linear continua del perfil y de algunos detalles, con tintas planas o estriadas que rellenan parcialmente el interior de las figs., con trazo tamponado en puntuaciones yuxtapuestas o mediante soplado de la pint. diluida (rodeando negativos de huellas de manos o rellenando partes de figs. bicromas) Son notable mayoría las pints. negras sobre las rojas. Es excepcional el uso de una arcilla amarillenta muy líquida aplicada con el dedo sobre la pared, como ocurre en meandriformes y en una cabra de La Pileta.

Los espectaculares casos de “policromía” (bicromia en sentido estricto) combinan tonos del ocre y del negro, que se matizan por lavado o raspado, interviniendo en el efecto de difumino la coloración más clara del fondo de la roca. Destaca en esta técnica el impresionante conjunto del gran techo de Altamira. Para conseguir ese efecto de policromía en Tito Bustillo se coloreó previamente con grandes manchas de rojo el fondo rocoso que había de acoger las figs. bicromas.

El grabado de la pared resulta ser la técnica empleada en casi todos los santuarios exteriores y domina o llega a ser exclusiva en bastantes de los interiores más o menos sencillos. Los grabados más comunes son los realizados con instrumentos líticos de punta o filo, que inciden con trazo simple o repasan los contornos y detalles de las figs.: según múltiples ref., en la mayoría de las estaciones penin. de arte rupestre. Contornos piqueteados y de incisión repasada con excepcionales.

Las representaciones rupestres de bulto (esculpidas en la roca o modeladas en barro) son desconocidas en la Penín., aunque se hayan aprovechado volúmenes naturales sugestivos para representar diversos animales como es el caso de varios bisontes del gran techo de Altamira y otras figs. de la misma especie del Castillo Ekain y Venta Laperra.

La conservación de pints. es absolutamente excepcional en soportes portátiles que han permanecido durante milenios en el seno de un depósito arqueo. Destaca, pues, en el panorama mundial del arte mueble paleo. la colección de 1.430 plaquetas del Parpalló con pints., sobre todo en rojo, pocas en amarillento y negro, asociándose a veces la pint. con el grabado.

En las figs. realistas y temas decorativos de soportes mueble en asta o en hueso el grabado se acompaña de otras técnicas adicionales de pulimento y desgaste, de perforación y de recorte, como en los contornos del magda. medio de La Viña que representan cabezas de caballos. En placas y cantos rodados de piedra y en trozos de hueso se han producido en el magda. mediente grabado representaciones realistas y de gran viveza. Como escultura de bulto tridimensional destaca la de un ave (un anseriforme) producida aprovechando un colmillo de oso de las cavernas en el solu. sup. del Buxu.

La preferencia por algunos temas y técnicas y el modo de resolver concretos problemas expresivos (perfiles, volúmenes, perspectivas, colores o mov. de las figs., etc.) caracterizan otras tantas diferencias estilísticas. En unas ocasiones, el cambio en el tratamiento se asocia al proceso general de evolución de la cultura. Se ha definido, así, una periodización del conjunto del arte en “ciclos” o “estilos”. Las alusiones a masas de relleno de las figs., a trazos de despiece o cebraduras de la piel parecen ser una adquisición estilística del solu. avanzado y del magda. inf., siendo constantes a partir de entonces hasta el final del paleo. Del mismo modo ocurre con diversas constantes en el modo de delinear los perfiles cérvico-dorsales o las astas y patas en perspectiva.

Se han percibido también modas dominantes en un territorio. Frente al estilo de la “provincia francocantábrica” está el de la “provincia mediterránea”, aproximándose en general los santuarios del centro de la Penín. al estilo propio del solu. o del magda. inf. cantábricos.

Se insiste últimamente en la identificación de “manos” y de “maestros” en la autoría de varias obras del arte prehistórico penin.; es decir, de personas concretas cuyo estilo se advertiría en convenciones y tratamientos muy peculiares. A veces la semejanza entre obras muy alejadas entre sí fuerza a suponer desplazamientos del artista. Así se explicaría la evidente proximidad formall (en técnica, tema y estilo) entre realizaciones rupestres de Covalanas/La Haza y Arenaza, de Altamira y Castillo/La Pasiega, e incluso entre este foco de Altamira/monte Castillo y varios santuarios del oriente de Asturias. En el catálogo del arte mobiliar, las semejanzas de “manos” resultan también destacadas (bastones decorados de Castillo y Cualventi, plaquetas de estilo parpallense entre el sitio epónimo y de Tossal de la Roca). Semejanzas estrechas (como procedentes de la misma “mano”) entre piezas mobiliares del Pendo y de Mas d’Azil o entre las de Tito Bustillo y otras de esos parajes pirenaicos parecen abonar la hipótesis de rutas de intercambio y/o amplias migraciones (veraniegas, se ha escrito) entre estaciones pirenaicas y las del pasillo costero cantábrico en el magda.

La temática

En representaciones de carácter realista son mayoritarias las figs. de animales (sobre todo ungulados) y muy escasas las ref. a lo humano (“antropomorfos” con rasgos deformadores o siluetas de manos). Se asocian a un repertorio vario y frecuente de “signos”, unos sencillos y otros de gran complejidad formal.

Figuras de animales.- En una muestra de cerca de un millar de figs. del arte parietal penin. más de la ½ son de grandes bovinos (bisonte y uros) y de caballos; las figs. de ciervos/as suponen el 27,15% y las de cabras monteses el 9,5%. El 7% restante se distribuye por un repertorio muy amplio de temas animales. El catálogo de otras representacines de mamíferos, con muy pocas refs. En cada caso, incluye algún proboscídeo (elefante o mamut), rinoceronte lanudo, jabalí, alce, reno, saiga, rebeco o sarrio, felinos, osos pardos, zorros, glotón y liebre. Las figs. de aves, muy escasas en el arte paleo. español, no son fáciles de definir genéricamente: hay 2 grabados del Pendo que se han descrito como pingüinos y que probablemente son anseriformes. En peces han sido determinadas figs. de pleuronectiformes (acaso platijas) en Altxerri, salmónidos en Ekain, un probable túnido (o esturión) en Pindal, un mero o breca muy realista en La Pileta, aparte de nosos. esquemas ovalados del arte mobiliar que algunos creen esquematizaciones de peces. Tampoco es fácil distinguir reales representaciones de serpientes de signos ondulados “serpentiformes”.

La gran mayoría de las figs. animales se representaron de perfil. Las captadas de frente son tratadas de un modo simplificado que derivaría, según algunos, hacia representaciones esquemáticas relativamente abundantes en el arte mueble sobre soportes de uso habitual.

Las dimensiones de las figs. son inf. (como media tienen de 0,50 a 1,50 m. de longitud) a las de los animales al natural, salvando algunas excepciones como el de la cierva del gran techo de Altamira, de un uro o alce de La Pileta o de un supuesto bisonte de Altxerri. Volúmenes y otros accidentes de la roca a decorar han podido sugerir formas y detalles de cuerpos animales, y así se han aprovechado por el artista paleo. como dorsos o grupas y cabezas o para aludir a detalles menores.

En bastantes obras tanto del arte parietal como del mueble se aprecia un cierto orden constante en el proceso temporal de ejecución de las figs. de ungulados. En cérvidos se traza antes la silueta de la cabeza y el tronco que el dibuja de las astas. Algunas figs. parecen que quedaron incompletas de intención: acéfalas o dejando sin acabar hocicos, patas o cuernos. Llaman la atención algunos animales dispuestos en vertical o incluso boca arriba (Altxerri).

La mayor parte de los animales representados en el arte rupestre parecen haber sido los deseados por aquellas civilizaciones de cazadores; pero no son todos ni sólo ellos los que aparecen, ni sus proporciones se corresponden con las de los restos acumulados como residuos de carnicería y comida en los yacimientos arqueo. El ciervo, especie dominante entre las cazadas en la cornisa cantábrica, es representado con frecuencia; pero el bisonte y el caballo, cuyos restos son escasos en los niveles de ocupación, también son figurados reiteradamente. Se aprecia, en cualquier caso, alguna relación significativa entre uno y otro lote de animales (figurados o cazados/consumidos), cuando se consideran sus conjuntos como expresiones de biotopos concretos dentro de las largas y varias circunstancias climáticas que se suceden en los Würm III y IV. Se explicarían así diferencias en la composición del bestiario presente en diversos paneles de apariencia no contemporánea de una misma cueva o de dos cuevas contiguas, como dependientes de las condiciones de clima y paisaje dominantes en aquellos parajes en las etapas en que se ejecutaron las representaciones rupestres.

Referencias a la figura humana.- Es habitual que las escasas figs. humanas (“antropomorfas” en término aceptado) se representen desnudas y con alteraciones intencionadas en cabeza y rostro: carecen de algunos rasgos esenciales (ojos, boca u orejas) o los presentan muy exagerados (así el perfil fronto-nasal o la boca). Suelen estar de pie, a veces con los brazos adelantados y el sexo muy marcado. Destacan en el arte rupestre penin. los antropoformos grabados de Hornos de la Peña y de Altamira, aparte de Altxerri, la Peña de Candamo y Los Casares. En el arte mueble, sólo la parte sup. de una fig. grabada sobre un hueso del magda. final de Torre puede ser referida con seguridad a lo humano.

Siluetas de manos reales (que por lo común se ofrecen “en negativo”, destacando en medio de una mancha de color soplado en torno, y excepcionalmente “en positivo”, pues se aplicaron impregnadas de pint.) aparecen en los santuarios casi exclusivos de manos de Maltravieso, Santián y Fuente del Salín, y las hay también, asociadas a diversas figs. animales, en Castillo y Fuente del Trucho y alguna en Altamira. Algunas “máscaras de difícil ref. entre lo animal y humano presentan rostros de frente aprovechando relieves naturales sugestivos. Hay 3 en Altamira y 2 en Castillo.

Los signos.- Son abundantes en el arte parietal los trazos (más pintados que grabados) que forman temas no realistas, a veces de composición complicada, obedeciendo a concretos estereotipos. Se les supone un valor simbólico o mágico, como signos. Los hay cerrados, de formas subrectangulares, subovales o triangulares; entre ellos están los llamados “tectiformes” del Castillo, Altamira , etc., “ “escaleriformes” de Escoural, triangulares de cueva Palomera, “escutiformes” o “emparrillados” de Herrerías, etc. Otros son abiertos, de trazos rectilíneos o relativamente complicados o en puntos, como los “claviformes” del Pindal, Altamira o La Pasiega, los “serpentiformes” o “meandriformes” de La Pileta y Fuente del Trucho, o las agrupaciones de puntos de Chufín.

En algunos sitios se dan familias o estilos de signos propios o de reducida expansión territorial. Hay además varios casos en que esos sencillos trazos son el único testimonio artístico de abrigos y cuevas de la zona (incluso de algunas que carecen de yacimientos): así El Conde, Cueto de la Mina, San Carlos, etc. Se discuten, lógicamente, su significado y su cronología.

Los utensilios de asta y de hueso, sobre todo los de empleo reiterado, portan múltiples marcas sencillas; se duda sobre su sentido ornamental, representativo o sólo utilitario. De forma excepcional – por ej., en azagayas y varillas de asta del Parpalló-, esos trazos ofrecen combinaciones bastante complejas.

Combinaciones de los temas.- Los artistas del paleo. sup. no disponían sus temas al azar ni tomaban indistintamente del repertorio de animales que conocían unas figs. y otras, sino que en su selección y combinaciones parecen responder a un esquema reiterado en el transcurso del tiempo y en las diversas zonas del SO, a un mitograma constante. El santuario rupestre paleo. contiene temas que se repiten en combinación –binaria o más compleja-, en ubicación y en “jerarquía”. La combinación habitual yuxtapone figs. de bisontes (o de toros) y de caballos; se completa el mitograma con alguna 3ª especie dominante (ciervo o cabra) y con diversos signos adicionales.

Aquel esquema combinatorio bisonte-caballo se presenta en la mayoría de los grandes santuarios rupestres. Pero es sustituido por otros en estaciones de carácter “menor” o en zonas concretas de grandes santuarios.

Las agrupaciones de figs., similares o no, sobre un mismo campo decorativo son relativamente frecuentes en el arte del último tercio del paleo. sup. Se constituyen, muchas veces, en “escenas”, siendo su asociación repetitiva, por imposición de simetría, aleatoria o más inmediatamente “dramática” o narrativa (en escenas de emparejamiento, maternales, de caza, etc.). Se presentan tanto en el arte parietal como en el mueble.
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